HOMENAJE A

CECILIO GUZMAN DE ROJAS (1899-195O)

 
Fue una vida que estuvo matizada de experiencias todas únicas como diferentes, España y Europa, la guerra del
Chaco, la cultura aymara y quechua, su natal Potosí,
Machu Picchu son algunos de los lugares que vio y
pintó durante su vida.
 

En parte de la obra de Cecilio Guzmán de Rojas podemos ver muchos pueblos del altiplano, con una dignidad que no conoce la riqueza. La gente que los habita, parece haber conservado mucha de su originalidad, a pesar de vivir con la religión del sometimiento como una carga que no saben en donde dejar.

Machu Picchu, fue pintada por él cuando aún no era
frecuente ver turistas, que pagan el derecho a entrar a
la fortaleza con papel moneda y no con arrojo de
valentía. Guzmán de Rojas nos permite ver la montaña que esculpieron los tatarabuelos de quienes hoy son nuestros obreros, mal pagados.

El Cristo, que marca un punto en nuestra pintura
nacional, nos sorprende dando vida al país, vestido
con colores que algunos pueden creer inadecuados para
El, sin embargo, imaginamos al otro Cristo, el
israelita, visitando con jeans, polera y cámara de
fotos al Dios hecho hombre que habita hoy y siempre
en ese altiplano boliviano, donde, ingenuos tal vez,
esperamos que su llegada finalmente dé consuelo y
confort a la región de los aymaras.
 

A través de Guzmán de Rojas sentimos también, el amor de una raza, a la que respetamos usando su tierra, llevando su sangre en el cuerpo y en la conciencia.
El joven indio y la mujer al sol, recostados, tomando el aliento que les da vida. Cansados, suponemos, por la naturaleza agotadora de la jornada diaria, trabajando la tierra, sin pensar en muchas de sus necesidades. "Pero así es el amor, saca fuerzas donde éstas están agotadas, para prolongar la vida, de quien, probablemente, morirá trabajando", parece decir un viejito en nosotros.
El hombre protege a la mujer, pero es la mujer en realidad la que protege al hombre, quien, cansado, necesita su amor para guiarlo a través de las cosas que un hombre sin una mujer, no entiende.

 

Otra lección de amor viene de vivir con la piedra,
material primario de supervivencia para la vida y la
religión. Guzmán de Rojas muestra un ídolo que quiere
hacer el amor, y una dama, que suponemos una ñusta,
orgullosa de ser elegida para mostrar al monolito como
ama la raza humana. Un amor, tal vez idealizado, entre
el hombre y la piedra, un maquillaje erótico para un
sacrificio que pudo haber sido más brutal, un
sacrificio a la piedra que cobija.

La guerra del Chaco se presenta con valientes soldados que defendieron nuestras fronteras, luchando contra un
enemigo que no saben, y no sabemos, si nació en el hambre o en la ambición. No hay guerra justa, pero
tampoco son todas injustas para quienes parecen entender la necesidad de luchar, a veces, cuando la
distancia aleja la comprensión entre los hombres. El Chaco se peleó con reglas complicadas. Una de ellas fue agotar al soldado hasta la última exhalación.
Muchos combatientes murieron de sed y hambre, dando la cara hacia los cañones enemigos, como siempre hicieron, desde los tiempos en que no se conocía el idioma español en América, y nada se sabía de las tradiciones bélicas de los hijos de Inti en Europa, tan similares a las de los hijos del sol naciente.
Guzmán de Rojas documenta en sus obras sobre la
guerra, en la que participó como soldado raso, a
través de los retratos de quienes fueron carne de
cañón para la enfermedad y las armas, que un hombre no huye al combate, y que para muchos de nosotros la vida es un combate contra la desesperanza.
 

Quedan también a nuestra vista y gusto obras admirables, como el cielo del Titicaca que se refleja
en el lago, dejando a nuestra imaginación que se refleja donde; el retrato perfecto de su natal Potosí,
con una monocromía que adivina el destino que todavía se le impone; desnudos femeninos con un toque especial
para reflejar el erotismo.

 

En diferentes etapas de una vida corta pero fuertemente sentida en Bolivia, donde ayudó a imponer
un cambio de actitud en la concepción del arte nacional, siempre estuvo creando obras que llegaron de
hechos y acciones que impactaron su sensibilidad como artista y su curiosidad personal.

Guzmán de Rojas decidió dejarnos abruptamente siendo ya parte de las figuras del arte, de Bolivia y el
mundo.

Francisco Bollini Roca


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