La Pintura Boliviana
del Siglo XX
La Nueva Generación
Pedro Querejazú
Constituida por gente
joven, que ha nacido ya bajo la égida de la Revolución;
unos más jóvenes que otros, buscan nuevos planteamientos
temáticos y plásticos para los cuales las bienales
INBO (en 1957- 1977-1980) son el crisol que les da aliento y
les sirve de trampolín .
Se da un agotamiento
de las arengas y reinvindicaciones de los "sociales",
aún siguen activos. También va llegando a su fin
la gesta de los abstractos.
Por lo demás,
la situación social y económica del país
ha cambiado. Se da un gigantismo anquilosante de la administración
estatal y de la producción nacionalizada, y el país
se ha ido sumiendo en la progresiva depresión económica.
Las ciudades crecen desmesuradamente, mientras las áreas
rurales paulatinamente se van despoblando. Parte de los polos
de desarrollo y producción se desplaza de las minas de
Oruro y Potosí hacia los sectores petroleros, agrícolas
y ganaderos del sur y oriente del país, concentrando su
atención en Santa Cruz haciendo eje con La Paz. En este
contexto, el arte se ve obligado a ir buscando nuevos rumbos.
Se da un agotamiento y depreciación de los salones anuales
y municipales, mientras que aumentan las galerías de arte,
hasta casi convertirse en epidemia, si no fuese por lo efímero
de la vida de algunas de ellas .
Gran parte de los
protagonistas de esta nueva generación se han formado
fuera del país, lo que le permite trabajar con enfoques
frescos, sin la rémora de las anquilosadas escuelas de
arte nacionales.
En esta nueva generación
se aprecia, por una parte, un mayor desarrollo de las técnicas
y medios, se trabajan con procedimientos no tradicionales, arte
experimental con materiales de desecho reutilizados; se desarrolla
el arte conceptual y surge también el arte efímero,
el "ars povera", junto con eventos, acciones
y performances. Resurge el dibujo como medio total; se
incorpora la fotografía como medio plástico
y como elemento intermedio en el proceso de creaciones. No obstante,
también se constata que el medio boliviano es limitado
en posibilidades de acceder a los medios técnicos más
avanzados y los artistas son tímidos en el uso de las
posibilidades que la moderna tecnología pone a su alcance.
Simultáneamente,
por otra parte, se ha producido un cambio en los temas.
Ya no es el indio del campo o el obrero, a la manera del "52".
Los temas ahora muestran al hombre urbano, el pasajero de los
transportes colectivos, las cholas que venden mil cosas en los
mercados, el cholo que es comerciante y especulador; el tema
es también el indio emigrado a la ciudad a causa de la
sequía, el perseguido político y el torturado,
el estudiante, las damas de los burdeles, los "cocanis",
los coqueros y sus hojas, el narcotraficante y sus víctimas
del mismo. Son temas que, en forma más sutil que en el
52, tienen un fuerte contenido de crítica social, de denuncia,
de reivindicación en unos casos, y de contemplación
placentera y cómplice en otros .
Roberto Valcárcel
abrió una nueva senda en el análisis y crítica
sociales de profunda elucubración y lacerante e incisiva
denuncia, con sus torturados, sus muchachos equívocos,
el Che Guevara o Franz Tamayo hechos con bolsitas de té,
valiéndose en gran medida del dibujo. Gastón Ugalde,
sensible y espontáneo, trabaja los barros secos, los indios
tornados urbanistas y los héroes desconocidos, tan desconocidos
y anónimos con los monigotes de papel vestidos y los toros
sin cabeza de Efrain Ortuño. Es muy valiosa también
la producción hiperrealista de Tito Kuramoto en Santa
Cruz, con sus mujeres serenas y apacibles, rodeadas de un aíre
mágico, de las cosas y detalles, que salvo Borda no tiene
paralelo en Bolivia. Es de destacar la pintura aparentemente
naïve de Carmen Villazón.
Es importante la obra
de Edgar Arandia, pintura de protesta realizada con odio y sentido
de humor; la obra de Javier Fernadez, que muestra en sus acuarelas
fábricas inhumanas y equívocas bailarinas. Carlos
Fernandez, por su parte expresivo y colorista por esencia, ha
sintetizado en su pintura el paisaje urbano y los rostros de
ciudadanos bolivianos, ácidos y azucarados, anónimos
y escondidos detrás de impenetrables ojillos, de gran
tensión y fuerza.
En 1981 se realiza
la primera "Bienal Boliviana", organizada por el grupo
Pucara, que se repetirá el 83 y el 85. Fue organizada
en reacción a las Bienales INBO, por aquellos artistas
que estaban ideológicamente en contra de lo que las INBO
podían significar y por aquellos que se sintieron defraudados
o rechazados. Una Bienal equívoca, pues utilizando el
nombre del país pretendió proyectar hacia el exterior
la imagen de una iniciativa oficial, y hacia adentro, la de una
Bienal libre y progresista, siendo que en la practica desecharon
a la obra de ideología más avanzada como la de
Valcárcel, "Sol Mateo" y Ugalde, dándose
también el hecho de que, en sus jurados, la vieja generación
juzgó a la generación más joven.
Fernando Rodriguez
Casas se preocupa por la tercera y cuarta dimensión en
sus obras de perspectiva esférica, exquisitos ejercicios
de destreza. Cesar Jordán realiza, por su parte depuradas
obras en el arte cinético, con juegos de reflejos de color,
para luego pasar a sus desplazamientos, casi monócromas
gradaciones de tono y volúmenes en su esferas, cilindros,
cintas y transparencias.
Junto a los anotados
hay un grupo de jóvenes artistas que inician su gesta,
como las neoexpresionistas Patricia Mariaca y Angeles Fabbri.
Silvia Dáttoli y Teresa Córdova, David Angels,
Juán Carlos Apaza, Ejti Stih, Carmen Torres, Fernando
Ugalde, etc., que tratan de temas humanos en forma subjetiva
.
No queremos dejar
de hacer una breve nota a cerca de la escultura . Si bien el
número de artistas dedicados a la pintura es profuso en
el presente siglo, no lo es así en la escultura, donde
el panorama es más bien escaso en número de artistas,
aunque no en la calidad de los mismos .
Hasta la creación
de la escuela Bellas Artes de La Paz, no se hace escultura
Allí se forman
Alejandro Guardia, Emiliano Luján, Marina Nuñez
del Prado.
Más tarde,
después de los sesenta, aparecen nuevos valores como Ted
Carrasco, Carlos Rodriguez, Marcelo Callaú y David Paz,
a los que se adjunta la suiza Francine Secretan, esposa de Ted
Carrasco y más recientemente León Saavedra-Geuer
y Gastón Ugalde.
La escultura adquiere
más dimensiones monumentales y totémicas en la
obra de Mariana y Ted, mientras que la escultura monumental tradicional
es expresada por Emiliano Luján, que sin embargo nos deja
muy valiosas interpretaciones del cóndor y de la muerte
.
Todos estos artistas
a excepción de Rodriguez y Saavedra­Geuer, hacen un
arte inspirado en el mundo boliviano y sus mitos el ande, los
cóndores, el misterio de la vida y la muerte en eterna
sucesión, el exuberante y lujurioso mundo de los trópicos,
logrando obras de gran calidad y que definen acaso el arte boliviano
mejor que la propia pintura.
La pintura de los
últimos años, pese a la crisis de valores, la desorientación
y la falta de claros objetivos, que son parte de la realidad
nacional actual, muestra signos inequívocos de vitalidad
y pujanza, lo que corrobora la afirmación de que el ser
humano se prueba y se hace en la dificultad.
La pintura del Siglo
XX testimonia y protagoniza una progresiva toma de cociencia
nacional, que marcha como a saltos, como quien no quiere, y no
tiene mas remedio que marchar. Mirando retrospectivamente, se
puede ver que se ha avanzado un gran trecho, y mirando hacia
el futuro, se puede afirmar que se ha logrado una inercia fecunda
y que el arte boliviano acaso vinculado y parte del arte latinoamericano,
tendrá su hora en el Siglo XXI. |