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Grandes Estelares
La Obra de Heberth Román
Liaño (Santa Cruz 1949) expresa ante todo la dualidad
de dos mundos esteticos parejos; de un lado la presencia sempiterna
de la mujer, de otro el indigenismo, en cuanto a la plasmación
fisionomica de unos atributos, desde una óptica de creación
claramente contemporanea, anotando raices esenciales y nutricias.
La mujer a lo largo de la historia
del arte, siempre ha sido fuente de recurrencias, aqui Román
ofrece una imagen redimida de la femina, perfectamente suscrita
a un sustrato sencillo y de plena identificación entre
estas hembras-coraje con cara de niña y cualquiera de
sus homonimas en Brasil o en el último rincón del
mundo.
Sorprende el tratamiento formal
del tema, donde la expresividad patente, los ropajes blanco inmaculado,
contrastan con la tez morena, sobre un fondo neutro que centra
las escenas cotidianas, mostrando las huellas de la idea originaria.
Este artista de la escuela oriental,
de amplia y diversificada trayectoria recupera un ambiente proximo
a la realidad rural , tamizabndola a traves del pincel personal
de su obra en placentera complacencia con lo reflejado.
Y como artifice artistico dotado
de creatividad, hace posible la traslacion y continuidad del
mundo pictorico a sus escasamente difundidas esculturas de barro,
donde la labor anatomica torna fuerza en la tensión muscular
impuesta en la ardua tarea de la caza. Piezas concebidas de memoria,
de una calidad plástica contrastada, mezcla de barbarie
y audacia.
Heberth confiesa pintar a la
mujer de su pueblo, por ser el sentimiento más autentico
y profundo de sus raices. Y tal vez sea eso, la mujer es un gran
estelar, que constata la presencia evidenciada, dada la condicion
popular de la temática, reducida a ambitos precisos, casi
siempre marginales; en el terreno de la imagen pictorica, Román
conduce la mirada del espectador hacia el vertice difuso, fetiche
de la mujer-niña sin complicadas formulaciones externas.
Constata la eterna diatriba de
la separación, límites y confluencias de lo femenino
y el trabajo de todos los dias.
Planchadora, lavanderas, niños,
personajes, tipos de formulaciones certeras, dosis de verosimilitud,
paleta calida y contrastada, conviniendo indistintamente el recuerdo
o exposición de una cierta ilusión, tan leve, tan
sostenida, tenue e indeleble a la par, cubriendo con creces el
olvidado terreno de la vida domestica.
Román realiza un acto
de justa recuperación, más allá de una invitación
abierta a la plastica. En sus lienzos el orden social es reducido
al silencio de tribales parvulas, que no desaparecen para dejar
lugar al molde nuevo impuesto por nuestros días.
Heberth es un relator de la historia
de su tiempo desde el lugat en que late más cálida.
Francisco José Montes
Valdés
Crítico de Arte
Vuelve cierta dualidad para este
tipo de pintura. Primero dar a la figura la quietud cautivante
de la mujer amada. Luego hacer de esa mujer amada, otro símbolo,
el de un amor que perdura en el cuadro más allá
del oprobio del tiempo.
Entre líneas onduladas, densidad y volúmen, lo
impenetrable está en lo esotérico. Fondo de sus
creaciones plásticas. Esfuerzo, fatiga y reposo, escalas
del temperamento humano entregado a las labores del día.
Así el pensamiento emergente fluye ininterrumpidamente,
en ese desfile de imágenes laboriosas antes las cuales
podemos sentir el sudor de frentes perladas, de pechos humedecidos
y brillosos hombros. Músculo y nervio de mujeres trabajadoras
son, ante todo, fuente inspiradora en la mente de este pintor
del oriente boliviano, que parece penetrar con su pintura en
el alma del pueblo para saborear "la sopa fragante y el
pan del esfuerzo".
Mario D. Rios Gastelú
 email:
Heberth Román |
