De Libre Publicación
En Defensa del Niño...
Arturo von Vacano
Una vez más, y ya va medio siglo, me toca vivir la época
del año en que un hombre de cara colorada, aficionado
al buen beber y al mejor yantar, se prepara a invadir mi casa
una medianoche muy especial protegido por una sonrisa sibilina,
un ridículo traje rojo y una barba blanca y falsa que
usa para ocultar sus excesos y sus miradas de zorro viejo.
Yo, que lo conozco casi desde que me destetaron, apenas puedo
disfrazar mi antipatía cada vez que lo veo en la televisión,
y nunca falta algún curioso que se sorprende y hasta se
horroriza cuando descubre mi enojo contra ese gordo ladino.
Si las circunstancias lo permiten - generalmente no lo permiten
- trato de explicar las razones por las que no me cae bien el
individuo en cuestión. Las más de las veces he
tenido que comerme mi rabia en silencio porque no quise arruinar
la fiesta familiar que este hablador zalamero aprovecha cada
año para meterse entre nosotros.
Tras mucho pensarlo, he decidido que las circunstancias de este
año en particular y de la comunidad en que me hallo viviendo
cuando se acerca esa medianoche tan especial me fuerzan a denunciarlo
tal y como es, un demonio rojo y tentador dedicado a arruinarles
esta fiesta a los niños y niñas del mundo.
Por supuesto, para mí es fácil rechazarlo. Digo,
más fácil que para un chico de cinco años.
Cuando conocí al intruso este, yo había vivido
ya algunas Navidades en compañía del Niño
cuya vida y cuya muerte hicieron posibles todas las Navidades
que verá el universo.
Porque, cuando yo tenia cinco años, el centro de nuestra
fiesta era ese Niño, y porque se que Su presencia en la
Noche de su Nacimiento no reclama más gastos ni lujos
que el cariño compartido entre los presentes en Su Fiesta,
el Niño que yo recuerdo nunca podrá ser reemplazado
por ese bobalicón obeso que, unos años después,
vino sólo el Diablo sabe de dónde a tocar nuestra
puerta y a tratar, créanmelo, de expulsar al Niño
de nuestra fiesta y apoderarse de ella.
Yo se que muchos niños no podrán creer lo que
cuento. Hasta hay muchos "grandes" que no lo creen.
Hay grandes que se enojarán conmigo porque lo cuento.
Esos adultos son los que compran botellas de whisky para esta
Noche Especial y hacen fiestas en que los chicos se aburren y
los grandes bailan hasta el amanecer. Esos grandes son los que
prefieren al gordo y se han olvidado del Niño.
Pero algunos niños se enojarán conmigo porque
las Navidades que recuerdan fueron Navidades en que el Niño
de que hablo - sobre el que cada vez se habla menos - nunca fue
el centro de la fiesta: ayudado por la televisión y la
propaganda, el gordo del traje rojo ha triunfado y ha sacado
a empujones de muchos hogares al Niño que nació
en un pesebre.
Por eso es necesario denunciar al gordo Nicolás con pelos
y señales, porque es necesario que el Niño Jesús
vuelva a ser la razón y el centro de todas las Navidades
que le falta vivir el universo, que no serán muchas ya.
Es necesario recordar que el Niño aquel nació
y vino al mundo para hablar, luchar, enseñar y finalmente
morir por los pobres. El fue quien enseñó que más
fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que
un rico cruce las puertas del cielo, no necesariamente porque
los ricos le caían antipáticos, sino porque es
muy difícil hacerse rico sin despreciar las puertas del
cielo.
Por su parte, basta mirar al Nicolás ese para saber que
nunca conoció un día de hambre ni sabe lo que es
la pobreza. Dicen que vive en un palacete construido en el Polo
Norte (¡cuanto gastaría en ese capricho!) y que
tiene un ejército de esclavos enanos a su servicio.
Eso, a mí no me molesta mucho. Lo que me molesta es su
panza. Porque la verdad es que hay panzas y hay panzas. La panza
de este Nicolás es la panza de un hombre aficionado a
comer como chancho. Este Claus es un goloso. Su pecado (uno de
ellos) es la gula.
Otra cosa que me molesta es su barba. Porque también
es verdad que hay barbas y hay barbas. La barba de este gordo
es como un antifaz. Oculta su cara y oculta su piel, aunque no
muy bien. La piel que no oculta es roja. ¿Dónde
hemos visto antes esa piel roja que tienen algunos gordos? Por
supuesto que lo sabemos: la hemos visto en las mejillas de los
borrachos que se pasan la vida entre San Juan y Mendoza. Este
Nicolás no sólo come como un chancho, sino que
bebe como un pirata.
¿Cómo puede atreverse un gordo así a sacar
de nuestra fiesta al Niño que es la Esperanza del mundo?
Se atreve (y lo ha logrado) porque muchos le abren la puerta
y le ayudan en su poco noble tarea. Prefieren ponerse de su parte.
Eso es lo que más me molesta en este Nicolás:
su trabajo. Su trabajo consiste en convencernos de que hay que
gastar como rey, comer como chancho y beber como pirata para
celebrar la Navidad. Mírenlo ustedes en la televisión.
No hace otra cosa que repetir su mensaje: "¡Gasten,
gasten, gasten, gasten. Cómprense lo que puedan y lo que
no puedan.... Total, por cuatro días locos que vamos a
vivir... por cuatro días locos, nos tenemos que divertir...!"
Este Nicolás no recuerda que hay muchos padres y muchas
madres (una inmensa mayoría) que son tan pobres como lo
fue el Niño durante toda su vida. No le viene a la cabeza
el sufrimiento de esos padres y esas madres cuando se ven forzados
por la pobreza a dejar vacía la media de sus hijos año
tras año.
Este Nicolás, que ha prometido visitar a cada niño
del mundo para llenarle la media con sus regalos, no cumple su
palabra. Nunca la ha cumplido. Por un niño que ve su media
llena en su chimenea, hay miles, sino millones, de niños
que ni tienen chimenea ni media ni un mendrugo que llevarse a
la boca. ¿Por qué? Porque este Nicolás nunca
ha pensado en ellos. No sólo es mentiroso. Es injusto
también.
Lo que menos me gusta del hombre ese son sus ojos. Siempre están
entrecerrados, como los del zorro dispuesto a comerse los pollitos.
Tampoco me gusta su risa. Usa esas sonoras carcajadas para no
contestar las preguntas que le hacen los niños inteligentes.
Preguntas como: ¿Por qué hay niños ricos
y niños pobres? ¿Por qué hay tantas medias
vacías en el mundo? ¿Por qué siempre te
olvidas de los pobres, Nicolás?
Por su parte, y cuando el Niño preside Su Fiesta, los
hombres aprenden de El que los mejores regalos del mundo no pueden
comprarse porque en verdad no tienen precio. Cuando el Niño
Jesus es el centro de la Navidad, grandes y chicos celebran el
cariño que mantiene unida a la familia a pesar de todos
los contratiempos, recuerdan que todos los hombres somos hermanos
aunque parezca mentira y renuevan su esperanza de que habrá
días mejores y llegará, aunque parece que ya tarda
mucho, el Día de los Pobres.
Quienes mejor celebran su Navidad con este Niño recuerdan
siempre que es una obligación la de tener un invitado
en su mesa, por muy pobre que sea esa mesa. Saben que la alegría
de esa noche no viene de la variedad de los manjares sino de
la generosidad de los corazones. Repiten una y otra vez que todos
los regalos del mundo no son nada ante el don inmenso que nos
trajo ese Niño hace dos mil años: Su mera presencia,
y la certidumbre de que, porque El quiso nacer en un pesebre,
un día próximo o lejano todos los niños
del mundo verán llenos sus corazones, no sus calcetines,
y los verán llenos, no de baratijas, sino con la plenitud
y el cumplimiento de todas sus ilusiones.
Sabiéndolo como lo se, ¿cómo podría
cambiar yo algún día a ese Nicolás por el
Buen Jesús? Jamás de los jamases!
...porque Santa es Satán
Escribí y publiqué
este comentario hace varios inviernos.
Asiduo explorador de bibliotecas como soy, encontré después
el libro titulado "Lucifer", escrito por Jeffrey Burton
Russell, profesor de Historia de la Universidad de California
en Santa Barbara y autor de diez libros, parte de sus estudios
de toda una vida dedicada a conocer mejor a Satán, Lucifer,
Belcebú y otros príncipes del Mal.
Editado por Cornell University Press, "Lucifer" dice
en su página 71, de la que traduzco:
"... y el Diablo acecha desde el lado norte de la iglesia,
fuera de sus muros, así que la gente prefiere no enterrar
a sus muertos allí. La izquierda (latín: siniestra)
se asocia con lo maligno y lo peligroso en muchas culturas. En
la etapa medieval, el Norte es la dirección del Infierno.
"...es en el Norte donde el Lucifer de Is. 14:13 instaló
su trono. ...San Buenaventura colocó específicamente
el Infierno en el Norte, el Cielo en el Sur, en su "Comentario
sobre el Eclesiastés"... que muestra al Mal asociado
con el Norte...
"Las conexiones entre el Diablo y Santa Claus (Sinter Claes,
Saint Nicholas) son claras. Además de la relación
con el (Polo) Norte y los ciervos, el Diablo viste pieles rojas,
está cubierto de ceniza y desciende por las chimeneas...;
lleva una bolsa enorme en la que mete pecados y pecadores (además
de niños traviesos) y un bastón para golpear a
los culpables (origen de los dulces en forma de bastones); vuela
por el aire con ayuda de animales; la gente le deja comida y
vino para sobornarlo. El apodo del Diablo (!), Old Nick, deriva
directamente de San Nicolás... figura asociada con cultos
de fertilidad, lo que explica las frutas, las nueces y el pastel
de frutas característicos de sus regalos."
Como otros exploradores de bibliotecas públicas pueden
comprobarlo con relativa facilidad, Satán en su forma
de San Nicolás es tema de varios libros escritos por especialistas
en historia y religión.
Si bien no era en verdad difícil adivinar la "identidad
secreta" de Santa Claus, la confirmación de mis sospechas
fue una grata experiencia, principalmente porque refuerza la
necesidad de rechazar al gordo borrachín y tragón
durante cada Navidad, y retornar a la tradición milenaria
de celebrar la más importante fiesta cristiana, el Nacimiento
del Salvador, orando ante un pesebre y ante el Niño cuya
muerte y resurrección cambiaron para siempre la historia
de la humanidad.
La idea de que las dos fiestas "religiosas" principales
de este país son Halloween y Christmas - una dedicada
a celebrar abiertamente las glorias del Diablo y la otra como
celebración comercial de Satán disfrazado de Santa
Claus - debería añadir un sentido especial de urgencia
al deber de cada hogar cristiano de celebrar su Navidad ante
el Pesebre y el Niño Jesús.
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Las entrevistas, artículos
y notas de Arturo von Vacano han sido publicados por PARADE y
por muchos diarios y revistas de 19 países latinoamericanos
desde 1960. Vacano vive en EE.UU. desde 1980 y fue editor de
United Press International entre 1980 y 1987. Es miembro de World
Press Society de St. Paul, Minnesota, desde 1966. Es autor de
varios libros. "Morder el Silencio", una novela, fue
publicado en 1987 por AVON BOOKS de Nueva York como "Biting
Silence".
http://www.avonvac.com |