Viernes 06 de Octubre 2006
Virginia Ayllón
Hoy les hago llegar versos de
mi amiga Virginia Ayllón, nacida en La Paz en 1958. Escritora,
poeta, documentalista y ensayista, ha dedicado gran parte de
su tiempo al análisis literario y la promoción
cultural. Forma parte del Taller de Literatura Femenina. Es redactora
de la revista boliviana de cuento "Correveydile". Obras
principales: Búsquedas: cuatro relatos y algunos versos
(1996) y Búsquedas: Las Discapacidades (2004). Tiene en
su haber asimismo varias obras de análisis sobre la situación
de la mujer.
Van siete poemas de esta autora,
extraídos todos de su poemario Búsquedas: Las Discapacidades
(Ediciones Fundación Huayna Tambo, El Alto-Chuquiyawu).
Amo el candor de las muchachas...1
Amo el candor de las muchachas
su arrogancia de vestido al aire
su soberbia de arrasar con todo
(Desvergonzadas
atacan también la palabra)
Amo el ocaso
de las mujeres
porque calladas
celebran el venerado silencio.
1: Sin título en el original;
cual se estila, itero el primer verso.
A veces las palabras nacían...2
A veces las palabras nacían
como endebles
cachorros de gato; horribles
y diminutos
seres cuya única belleza
estaba en su
posible futuro. Dependientes
y parásitos
habrían de seguir ciegos
su primer paso por
la vida. Luego, abrirían
los ojos y se
hincharían y brillarían
y descubrirían y
nombrarían y pedirían
y a veces también
darían: las palabras.
2: Ídem anterior.
El silencio no es ausencia de
palabra...3
El silencio no es ausencia de
palabra, es
palabra concentrada. Mas, no
todo silencio
concentra palabra. Cabe recalcar
la
diferencia entre el silencio
del Altiplano,
cargado de palabra y el silencio
de ese día
en que me quedé sin nada
que decir y desde
entonces busco, muda y ciega,
el sendero
de la palabra.
3: Ibíd.
La costra
Una costra organizó el
inconcluso anhelo de la
palabra: mezcla de miedo y gritos
ahogados en la
boca de la boca.
La cojera
Si el balbuceo como toda habla,
la cojera para
caminar: sin asidero, hecha para
la caída.
La cojera supone un ritmo desigual.
Alta
para unas cosas, pequeña
para otras.
Marcha desequilibrada es mi vida.
A un paso
exacto le corresponde otro adulterado.
Mas
el paso falso es descanso, lugar
apacible del
desorden y la contra.
El fallido corazón
Palpitación: cifra numérica
de mi tiempo
exacto,
me denuncias viva
y sólo anhelo desaparecer
no te quiero en mi muerte
y tú la marcas.
Miedo
Miedo era femenino y grueso,
de falda corta
y piernas gordas. Con sombrero
de flores
secas me persiguió a lugar
de la memoria
visitara. Miedo disfrutaba el
juego del
zigzag entre los árboles
del bosque de mis
recuerdos. La sonora carcajada
de Miedo
me acosaba doquier: ¡pegajosa
y pringosa,
imposible alejarla!
En una de mis incursiones a la
Casa de las
Remembranzas pude tocar a Miedo;
dormía
plácidamente en mi regazo;
a veces relamía
sus sueños que eran también
su memoria.
¿Qué recordaba
Miedo? |