Viernes 15 de Septiembre 2006

Janina Camacho Camargo

Este envío estará integrado por versos de la poetisa Janina Camacho Camargo, nacida en 1981 –desconozco dónde, intuyo en Cochabamba–, integrante del grupo literario “Calaca” del Centro de Literatura Boliviana dependiente de la Fundación Simón I. Patiño. Publicó algunos poemas en el boletín literario que edita la misma institución y en la revista Gran silencio.   Los Abismados Seres es su primero poemario.

Van cinco poemas de esta autora, extraídos todos de Los Abismados Seres (Editorial Gente Común, 2006).

Mirada

Desde donde te miro

observo el luto guardado en mis ojos

te miro desde un orificio

que se abre al mundo.

Guardando silencio detrás de un muro

donde sólo caben las órbitas de los ojos

en tiempos que el mismo reloj ignora.

Te miro guardando esta voz

retenida en las esquinas de las paredes.

En esta distancia por la ausencia

encontré cómo decir

te extraño con los ojos.

Una mirada con los ojos callados

es una manera de no decir nada.

Los ojos un sitio donde las vocales

se convierten en puertas

que te piden escuchar con la

oreja pegada el sonido de las lágrimas.

Te miro en el verbo que es

arrasado por el tiempo.

Amanezco con pequeñas palabras

Amanezco con pequeñas palabras

que son arrebatadas por la distancia.

El asombro de la tierra

al enredarme en el autoexilio

pronto el otoño con su universo asfixiante

me ahogará las hojas del símbolo.

Y el planeta alza vuelo

mordiendo las últimas moléculas del viento

resumidas en llantos

mientras la lluvia inunda los ojos

en los ojos que aún te dibujan.

Callar

Como extraño lleno de vacío

corazón plagado de nada

cuerpo sin alma.

Cuando callo

cuando guardo mi dolor

en este silencio

me quedo atónita

esperando que alguna palabra

se descongele.

Cuando callo

se guarda la oscuridad

de mis ausencias.

En las piedras se guarda

la eternidad de los segundos

atrapados en un siglo extinto.

Mi voz taciturna

extraña para no repetirte

y no recordarte.

Intimidad

El apetito de morar bajo la tierra

entre diálogos subterráneos

de arcilla mutilada.

Un mundo de corazones endurecidos

y rostros salados

más salados que el recuerdo de la avidez.

Sintiendo la tierra en su morada

de venas tibias adormecidas

mientras el cuerpo fosiliza sus huesos.

Perdiéndome en humedades

entre raíces asfixiantes

dejando de ser tiempo y espacio

mientras el aire absorbe mis restos.

Abandonando deseos ínfimos

para ser fantasma que preside el día

para quedar abrazando mi lápida.

Retención de los recuerdos

Pronto se agotó su costado

en los poemas del llanto

y el cuarto se perfumó

oliendo a otoño

mientras su inocencia se rompía

en la extraña constelación

que alguien guardó en un anticuario.

Traspasó el vacío

de muñecas de cartón

sentenciadas a ser antepasadas

de la infancia

mientras se apagó una vela

y el viento la remitía a un huerto

donde florecen las silenciosas del miedo.