Viernes 8 de Febrero 2008

Pablo Carbone Unzueta

Nació en La Paz en 1980. Estudiante de Psicología en la Universidad de Aquino de Santa Cruz. Sus versos han sido incluidos en Antología Súbita (poesía boliviana contemporánea), selección hecha por Rocío Ágreda Piérola y Pablo Lavayén Vásquez, publicada en octubre de 2006.

Van cinco poemas, extraídos todos de Antología Súbita (Klamm Ediciones, Cochabamba).

Arrebatos de crepúsculo

El invierno acecha

con su multitudinaria farsa

este silencio conquistado,

esta trémula noche en que evoco

el último grito de la rosa.

Recuerdo

la seca quemadura de tus labios,

la secreta consumación de la cascada,

el inexorable presagio de tu silueta.

Cómo arrebatabas la pesada inmovilidad

de los pájaros.

Tus manos, como oscuros fantasmas,

celebraban en mi cuerpo,

la extendida orquesta de la luna;

y yo, como un cíclope te miraba;

abstraído derramaba mi dolor en tu

pálida colmena,

ahora desafío a la noche

y su incurable recinto de hojas muertas.

Ahora,

te lego la dura cicatriz

para que seas tú,

quien restaure los canales de la

obstinada sombra.

Descanso subterráneo

Todo ha quedado en la pequeña sombra

en la cifra redonda de la luna…

Brusca definición encendida.

Ciego aleteo de los pájaros.

¿Qué esplendida pesadumbre asumes,

en la terrible hoguera del horizonte?

¿Cómo volver a tu concilio de agua endurecida?

A tu triste melodía de banderas.

Por mi parte, ya no muero por frías

incertidumbres;

ni el perfume del durazno me conmueve.

¿En qué triángulo anida el lejano trance

de tu nombre?

¿Quién sostiene la gaviota invisible de tu

vientre?

Hoy sólo puedo deletrear la frontera que

resbala por la copa,

la soledad filtrada en el combate de los

sueños,

el remanso,

donde la pluma es una lenta ceremonia

hacia la muerte.

Versos de medianoche

Con qué ciega violencia buscas en la penumbra

la boca profunda y demorada de la liviana certidumbre.

Qué falsas esperanzas te abren el pecho

qué oscuridad abatida por tu aguda permanencia

en el estruendo final de la noche,

en la pequeña plegaria de la cornisa,

te visita con su selecta antología de caminos,

con su triste destrucción de cantos y banderas,

con su incurable nostalgia soterrada.

Qué innumerables abismos,

habitan en la caverna de tus temores.

He de pasearme con dolor y con furia,

con sangre y con dientes

sobre la hamaca tendida en tus infatigables manos de fuego

he de reconocerme en los bríos de tus multitudes,

en tus cauces secretas,

en tus pequeñas soledades;

he de morir dentro de ti

como una sombra infinita.

Naufragio

Hay navíos que me conocen,

que me sugieren desde lo lejos,

que me perdonan gruesas imperfecciones.

Vienen enajenados, altivos todos ellos

traen la muerte en los párpados y

un río temblando en las manos.

Si pudiera tan sólo precipitarme;

dejar salir mi voz en pulcros itinerarios,

entregarme, como una triste mariposa,

a la sombra de sus grandes ojos fijos;

todo sería menos confuso y verosímil,

todo volvería a su nutrida esencia

se restauraría la luna de su muerte lenta,

se callarían los trenes

y la selva enfermaría de tanta primavera

pero mientras aquello discurre,

seré láudano para tu herida

paciencia amor mío

pronto abrirán las compuertas

y la mañana se llenará de infinitos latidos

Urgencia de Ti

Todo es una terrible urgencia de manos,

de crepitar de bocas y de pequeños

alaridos diurnos.

Todo es tan pálido y sombrío

tan falto de relámpago y de anillo

que bastaría la temible caridad de la luna,

para que nuestras lenguas puedan, al menos,

saborear las esquinas del recuerdo

para que las sábanas no se ensucien

con fálicas promesas;

y aunque sea sólo por un instante

nos atrevamos a condenar el invierno,

a recuperarnos del suspiro perdido

y volver a creer en el retoño de los labios.