Viernes 14 de Julio 2006

Héctor Cossío Salinas

Para hoy les hago llegar los versos de Héctor Cossío Salinas, poeta cochabambino cuyos datos biográficos por ahora no dispongo.
Van cinco poemas de este creador, tomados todos de Seis Poetas Jóvenes: Antología Mínima (Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, 1955).

Preludio

Donde encontró la bíblica paloma

reposo cardinal para la pena;

donde habitó desnuda la azucena

– luz en la entraña y en la flor aroma –;

donde el amor más cálido retoma

forma de abeja rumorosa y plena,

tu inmenso corazón sembró de arena,

de hiedra azul y de fragante poma

este rincón de la esperanza mía.

Aquí la mano abierta fue constante:

su presencia vital se hizo alegría,

y mi cariño fiel–cigarra amante,

severo otoño de melancolía–,

cantó su arquitectura desbordante.

Pasión

Ácimo pan y prematuro vino

en tu celeste carne americana.

Dormido caracol por la mañana,

llanto y sudor después, en el camino.

Ya moreno tu pecho, casi endrino,

fuerza el metal de la locura hispana:

Sangre a la sangre, imagen cotidiana

¡No fue la historia verbo peregrino!

Arpa embozada que ciñó tu mano

para la flor marchita en el verano

para el fruto callado como un ruego.

¡Nadie turba el sentido de las cosas!

Con un olor de matutinas rosas

vuelve a la tierra el corazón labriego.

Vida

Hoy canta tu extensión sus atributos

más allá de los signos minerales.

Nuevo coro de voces primordiales

hincha tus campos de lucientes frutos.

Envidiable de brazos y tributos,

abriendo sementera de trigales,

sigue mancera–bueyes fraternales–

uncida a los senderos absolutos.

De tus llanuras nace mi cantiga,

de tu mudar, sin fuerza de atadura,

de tu ofrecido idilio, tierra amiga.

¡Rama de la pureza es mi aventura,

fresco hontanat devuelto por la espiga

cosecha innumerable por tu hondura!

Laberinto de amor

Hablo de ti, mi luminoso sueño,

del corazón que comenzó el viaje,

del pequeño recinto que contiene

la bullanguera especie de la sangre.

Hablo de ti, como si fuera eterna

la primavera de los altos sauces,

como si un día el palpitar del agua

nos condujera a descubrir paisajes

ignorados y lánguidos, paisajes

presentidos y ajenos, semejantes

a eso que llevas puro entre las manos

al declinar la tarde...

Hablo de ti: la dicha es la serena

constelación del cielo, es la flotante

neblina que nos ciega los sentidos

y que descubre voces en el valle.

Hablo de ti para aliviar la tarde

y enceguecer el cielo con tu imagen,

pues me parece ver entre tus manos

dormida la presencia de los ángeles.

Promesa

Voy a seguir tu labrantía huella

con mi paciente voz de enamorado

y, con la mano puesta en el arado,

romper tu limpio corazón de estrella.

Aunque tu altivo cuerpo se querella

por el robusto nervio iluminado,

impondré mi verdad: de tu costado

la espiga crecerá pura y doncella.

Perdido entre los surcos del barbecho,

más allá de los límites del pecho

será fresco mi amor, grande y sonoro.

Perfumaré en tu piel todo mi sueño

y en su raíz de musgo el sol pequeño

tendrá el sabor del trigo más canoro.