Viernes 24 de Marzo 2006

Gary Daher Canedo

Este viernes torno a mandarles de nuevo versos de Gary Daher Canedo, nacido en Beni el 31 de octubre de 1956. Poeta, narrador y ensayista, ha formado parte del grupo literario Club del Café o del Ajenjo. Director, junto con Vilma Tapia y Álvaro Antezana, del suplemento literario El Pabellón del Vacío del periódico Opinión de Cochabamba. Ha publicado en el desaparecido periódico Hoy de La Paz, una serie de artículos con traducciones de poemas de autores brasileños, acompañados por un ensayo relacionado, denominado Poesía Brasileña Actual. En 1994 se hizo acreedor al primer premio de crítica literaria Walter Montenegro de la Asociación de Periodistas de La Paz y la editorial Los Amigos del Libro.

Obra en verso: Poemas y Silencios (1992), Los Templos (1993), Desde el Otro Lado del Oscuro Espejo (1995), Errores compatidos (1995) y Oruga Interior (2006).

Obra en prosa: Tamil (1994), El Olor de las Llaves (1999).

Van seis poemas de este autor, incluidos todos en Oruga Interior (Plural Editores, La Paz).

Poética

Sólo

hay

una

muda

luna

como una oruga en mi interior.


El engendro

Las palabras son inútiles

sólo la música penetra:

taladra, corta y araña

buscando el oprimido

centro proscrito.

El grande guarda para sí las sinfonías

en el cuerpo que torpemente se bambolea

desenfrenado

bebe de un solo sorbo el ácido muriático

para seguir una agonía interminable

donde las entrañas se deshacen.

Y entre los gritos esparce

torpe el alma

una o dos frases valederas.

No le pertenecen

son los extravíos del demonio interior

llamando.

Después alguien dice: es poesía

de reata alguien lo consagra

muy tarde

duda sin duda

cuando el cuerpo y el engendro ya partieron

como todos

hacia el oscuro universo del olvido.

Cielo de virtud

Como Séneca busco la palabra

de los clásicos y altos libros de oro

arcas repletas de excelso tesoro

prestas para que todo hombre las abra.

La voz superior diligente labra

dentro del alma aquel gong sonoro

citando a guerra al enemigo moro

que soy yo mismo con uñas de cabra.

Esta dualidad tras el cruel espejo

no se resuelve sin matar primero

los gratos vicios y su vil cortejo.

Mas a ese cielo de virtud prefiero

infierno de amor que sufrí parejo

en la esclavitud de tu cuerpo fiero.

Inminencia

Y si el ángel aparece

vestido de tul y la gloria de sus alas blancas

y nos mira

y son un abismo

hambriento y cálido como la tierra

sus profundos ojos limpios.

Ay, sibila

si el ángel aparece

no sabremos de nosotros.

La fruta

Si para un hombre

lo alto

lo más deseado

pertenece al jardín de lo prohibido

entonces se levanta el límite

y son como un abismo misterioso

la sal

los sabores básicos

los desnudos ojos que añoramos.

Mas la fruta muere si se toca

y la fruta mata si nos nutre.

Cierro el envío con el más extenso y asimismo uno de los más agradables:

Mi hermana lujuria

De la negra, espada rosada

y diente de niño

la lujuria

es un ángel implacable y celoso

entre las sábanas.

Habitante eléctrico de la piel

hechicera de cielos entre los arbustos

del cuerpo de una mujer

que queremos en la almohada.

Es mi hermana oscura

la que lleva en la mano el alimento

hecho de labios

de piernas y de olores sin tiempo.

Y en las noches

en los páramos del sueño

nos lanza a la aventura

de la carne sin carne:

sombras que nos aman

caricias silenciosas

jadeos

orgías

incestos.

Tantas veces he buscado

dibujar su alma de ilusorio fuego

pero su rostro se escurre del poema

oculto por la máscara

embustera y ruin

de la vergüenza.

Mientras cada madrugada nos empuja

–y es su arbitrio un fragante vino–

al peligroso juego de luces

de hacer real

la imagen persistente

de la mujer que amamos en secreto.

Dulce la emerge pero la aleja

sin poder tocar su dorso desnudo

debatidos aún en la frontera

de la confusión y la vigilia

donde el mentido corazón golpea

por su visita fantasmal:

singular nodriza

cuyo pezón puede abrigar todo el planeta.

Tal es su apremio

su impulso de sangre.

Posesos nos lleva hacia la cópula

sin medir el cuerpo

en la tiniebla del deseo

para un día –sin aviso previo–

en lugar del cutis

delicioso de la ninfa sometida

cerrarnos

en la vagina helada de la muerte.

Erótica longeva

que violenta nos devora

mientras la hermana lujuria

al último espasmo

feroz

nos entrega y nos alienta.