Viernes 04 de Agosto 2006

Elías Gutiérrez

Para hoy, entrando en materia como dicen los dirigentes políticos, les hago llegar los versos de Elías Gutiérrez, a quien presumo nacido en La Paz, pero desconozco mayores datos biográficos suyos.
Van seis poemas de este autor, tomados todos de Círculo de Eco Transcrito (Dedalus Editor, La Paz, 2004).

I

Plegarias escritas debajo de las piedras,

trozos de líneas mudas, sílabas sin voz.

Son plegarias

tímidamente ocultas en palabras ligeras

que conocen, en lo más íntimo,

el misterio de la marcha de las cosas.

Hilvanando piruetas están canando

y cayendo las hojas de los árboles... Yo contemplo

el lunar de mi mano izquierda,

oscuro lunar. Guardo también un secreto,

una pequeña oscuridad en el corazón.

Cuando pienso esto, sin prisa,

toda la realidad se acongoja

y se incomodan instantes pasados;

mis pensamientos se llenan de rubor, de espanto,

y por un instante

la vida se convierte en un rosario de pasos,

larga procesión sin luna,

piel que babea a tientas

rezos resfriados que han perdido la fe.

II

Se descuelga callada,

imperceptible como nunca

la rutina de mi vida.

Los zapatos, tan cansados de

atraerse por las calles

languidecen inmóviles junto al cementerio de la cama.

La imaginación es un guiñapo

confundido.

En algún lugar, con mi sangre aprisionada

sonríe la mujer que amo

mientras los recuerdos ruedan

pausa en su tiempo de sobra.

Malherida voz, languidece

por la comisura de mi inercia...

¡Qué importa los recuerdos mudos...!

¡Qué importa los pasos a su lado...!

Yo sólo viví sueños café oscuro

en sus pupilas fijas,

deseos,

muertes lentas aún en la supervivencia.

IV

Bailan las voces deglutiendo lenguas rápidas,

mimetizando el sacacorchos

que tampoco sabe nada.

Bucean acríticas palabras

y necropcian las entrañas

de nuestras vidas.

El amor debe huir

partir el último reojo de la luna,

sin beso ni aullido,

hincado ante el asfalto formal...

El amor debe desaparecer.

Mi corazón es una esfera aturdida,

congestión vascular,

migraña desnuda,

culpable existencia

bajo los premolares de la muerte.

VII

Reposo entre virutas de varicela negra,

entre hangares de día ausente,

y tanto insomnio de lectura sin orgasmo.

Me sé tuyo incertidumbre,

corazón de pesadillas,

fantasma de posibilidades,

demonio de contradicciones:

amargo barrio de melancolías.

Me sé tuyo;

Por eso sofoco y desvisto llanto,

velo este ser que estoy viendo

y me quedo mudo

enredado en un moño de melancolías.

 

XI

A cada segundo te corresponde la profundidad del corazón

La desesperanza descansa en la dicha interna

del viejo amor.

Me siento tan lúcido escribiéndote esto...

Abrazo este realismo,

este deseo intenso,

este vigor profundo

y hago de las horas un arrullo continuo,

risas para tu ser.

Ya no me dueles más,

ya no raspas, ni angustias, ni alejas la cara.

Te has convertido en paz que restablece mi vida,

las alas,

la piel para los huesos.

Por eso te desvisto en el espacio,

te abrazo en la dura cera,

te llamo pan y abrigo

y cojeo feliz estas horas de espera.

Y para cerrar, respondiendo a la cabalística (jijiji):

XIII

El paraguas de la esperanza ahora está cerrado.

Aunque blanco de torturas,

caudal de pellizcos,

o quiebra y recomienzo: el paraguas está cerrado.

Es sólo nota de música escrita,

abúlica,

callada hasta la tibia sensación de la muerte,

sólo nota escrita:

¿quién diría que es música?

¿quién cantaría para adentro?

Chorrea la pregunta,

y sobre mi piel se desploma una hemorragia de tristezas.

De repente añoro una vía extraviada,

volteo, amortajo mi camino,

y reniego

hasta de este antivirus que me hace seguir vivo...