Viernes 20 de Enero 2006
Luis Luksic (1910-1988)
Nacido en Potosí, aunque
carezco de mayores datos biográficos suyos. Publicó
Cantos de la Ciudad y el Mundo (1948) y Cuatro Poemas y Ocho
Dibujos (1958).
Van tres poemas de este autor,
tomados de Antología de la Poesía Boliviana: Ordenar
la Danza (Selección de Mónica Velásquez
Guzmán, LOM Ediciones, Chile, 2004).
Yo
Ramos de huacataya1
Cierran la enredadera de mi voz.
Frutos de zarzamora revientan
en mis labios
y un ácido perfume
de callejuelas podridas de papel
inaugura el aluminio
de mis visiones.
Soy el metafísico sin
sombrero,
el endomingado
que saluda a las gaviotas.
Soy el meditabundo
que tropieza con sus palabras.
Soy el maní azul de los
thantakjatus,2
el santo manchado de las trastiendas.
El mar me sale por los cabellos,
de mis oídos brota
la música y el rumor del
mundo.
Soy el con su música
a otra parte,
soy un fantoche, soy una alpargata,
soy un violín roto, un
marco
de cuadro viejo. Soy la telaraña
de cuervos de mi pecho.
Soy capitán de piratas,
camarero
de piratas, soy marinero
pirata, soy el gato de
las canciones, el tigre de las
hazañas, la humanidad
que vuela
en el volantín de algas
de tus ojos.
No ando al comienzo de las cosas,
tampoco ando al final.
Y un calor multitudinario
me confunde en la
nada de mi yo.
1: Hierba aromática que
se emplea en la preparación de platos típicos.
2: Mercados donde se comercian
artículos viejos.
Autobiografía de Don
Nadie
Yo afirmo pretenciosamente
que soy mucho más que
el señor
y dueño del Universo,
pero me escupe la brisa,
me taladra el día su horrendo
desprecio.
Yo afirmo que soy eso
de que se habla en los tratados
de
anatomía y fisiología:
soy el hombre, el
rey de toda la naturaleza, pero
me envuelve la ciudad, la
solemne superioridad de
los rascacielos y
las montañas, el yugo
de los
grandes capitalistas y tengo
que meterme las manos en el
bolsillo y
preguntarme:
¿Quién soy...?
¿Quién soy...?
¿Quién soy...?
En vano oigo aclarar mi
situación al
eco, a la constelación,
al árbol
herido por la montaña
azul.
Soy el gran Señor del
Universo
con un sueldo miserable,
soy el Gran Señor del
Universo con los zapatos destrozados y
la gran ventana
manchada de metales y días
que
caen como mariposas de grasa
y humo
soy el Gran Señor del
Universo
con la jeta caída por
no
poderle comprar un juguete a
mi niño.
Soy el Gran Señor del
Universo
que no se afeita ni se
baña desde hace diez años.
Saludo en la calle
a otro Gran Señor del
Universo con los pantalones rasgados
y
lloviendo piojos como yo.
Hablo en esta esquina,
con otro Gran Señor del
Universo y
este Dios tan maravilloso como
Jesucristo, llora por el
atardecer y por la flor que
se desmaya en el parque y
se seca las lágrimas con
un pañuelo que
siembra pus en la brisa húmeda.
Somos los Grandes
Señores del Universo...
los Grandes Señores del
Universo.
Canto de Alambre
Yo soy el atleta de los sueños,
cuando pienso, mi cabeza redonda
se agranda;
cuando hablo, de mis labios sale
un vuelo de palomas
y mi cabeza redonda se achica
y se llena
de sombras y las sombras miran
por mis ojos, pero yo no tengo
ojos
y miro con toda la cara, con
todo el cuerpo.
Toma este mi dedo florecido de
otoños
y mira cómo ve las cañerías
de luz
que circulan en tus manos.
¿Sabías que tus
manos eran
de algas marinas
hechas en la primer
vereda del Universo?
El atleta beso da un salto de
innumerables
vueltas mortales sobre las
capitales del mundo...
Amiga mía,
¿has visto las pupilas
de los ojos de Dios?
Esta mañana las dejó
a secar en tu balcón
y un organillo que pasó
las puso en su molinillo
y una canción se columpió
del alambrado de la
vecina lavandera.
¿Has visto, vecina, las
pupilas de los ojos de Dios?
Eran alargadas, como tus dedos,
o como esos que dices son tus
dedos
y son columnistas de nácar,
columpiados de la cola de un
cometa pirata.
¡Ah! Los ojos de Dios
miran el fondo del mar.
Organillero, ¿has visto
los ojos de Dios?
¿Esos ojos que funden
las paredes
y se caen al fondo del lago?
Cada semáforo es nudo
de una conspiración
cada baldosa es un gendarme.
Se ha encendido la revolución
y se han perdido los ojos de
Dios.
Los revolucionarios agitan banderas
de ecos
y un clarín flamea en
el panorama
de los últimos adioses.
En la vertical del alba forma
la cruz
roja de las luciérnagas.
Una bandada de esqueletos sigue
el entierro
de un cajón de anilina.
La estación radiotelefónica
pierde
el control de sus aventuras.
Ahora, ¿comprendes amiga
por qué tus manos son
ala?
¿Por qué tus labios
son trino?
Acabo de descubrir que tú
no has
andado nunca, que siempre han
sido tus pasos los que han venido
a buscarte desde el horizonte...
A la sombra del Mundo
como un quitasol está
nuestro sueño,
¿Qué has hecho
de aquel monetario de tiempo
acurrucado a tus sienes silenciosas?
¿y la baraja del jugador?
¿y el diamante de la mujer
embarazada?
Tesorera que atesoras
el silencio y la ausencia
dame un billete de emociones
quiero beber mi juventud en el
vaso de tus ojos.
Yo a la distancia soy una banderola
de cemento. |