Viernes 03 de Marzo 2006
Cé (Carlos)
Mendizábal Rivera
Para hoy retomo la obra de un
amigo dedicado a menesteres de editor. Cé (Carlos) Mendizábal
Rivera nació en Oruro en 1956, aunque prácticamente
toda su vida ha transcurrido en La Paz, por lo que no vacila
en autocalificarse como natural de esta ciudad. Dos estancias
largas en Nueva York en diferentes épocas,
y que también marcaron su obra, más otras salidas,
le llevan a decir que de todas las poses literarias que
subsisten, me atrae más la de viajero, de simple extranjero
o ave de paso. En 1989 ganó el Primer Premio de
Crítica Cinematográfica Llama de Plata; en 1999
la Asociación de Periodistas de La Paz le confirió
la Primera Medalla de Oro a la Creación Cultural Franz
Tamayo. Ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Novela
Alfaguara.
Obra en verso: Regreso del Agua
(1994), Inmersión de las ciudades (1998), En el cóncavo
privilegio de la desmemoria (2004). Estos dos últimos
son considerados por el autor como retornos al mismo poema, como
quien vuelve a un mismo puerto.
Obra en prosa: Alguien más
a cargo (1999), Con ojos de basilisco (2004).
Van seis poemas de este vate
y amigo, extraídos todos de En el cóncavo privilegio
de la desmemoria (Editorial La Mariposa Mundial).
En el reverso de tu balcón
Sonríe
Tras los vidrios desdibujados
Sostén la vieja casa
Tres o cuatro de la tarde,
Eso lo dicto yo
Tú decreta lo que guardas
En el reverso de tu balcón
El deseo arrebujado
Urdiendo sus indómitos
arabescos
Inventándose una memoria
Espejo ciego
Que no niega los cuerpos
El uno en el otro
La risa tañendo voces
en cada cuarto
En nuestro cuerpo el otro cuerpo
Lo que nunca fue, sino aquí
En la negra coalición
de las palabras
Atizándose
Sobre el fuego blanco de la página
Tiwanaku
No digas que no hablas con estas
piedras
con el silencio desmesurado
en la abierta coagulación
de los ojos
piedras no sólo piedras
con las alas abiertas
para no cruzar
la lacónica potestad del
cielo
si tu mano está ausente
si tu mano cuánto hace
que menguó en polvo
sobre los cuatro rincones de
Akapana1
la vieja página
si quieres
dejándote como espera
de la espera
1: Templete semisubterráneo
que se presume era utilizado para rituales sagrados por los miembros
de la cultura tihuanacota.
Cómo tardas
Cómo tardas en venir
Cuánto te tardas
Tú
Cuyo nombre huye
A lo más recóndito
de mis ríos
A lo más oscuro de mis
huesos
Como si no fuera tu anuncio
El día nuevo
Como si no te delatara
El deshacerme en arabescos
Como si no te anunciaran
Mis torpes deletreos
La confusa voz del pájaro
Tu mensajero que no me halla
Y al que no oigo
Sino como rumor torvo
Y te tardas
Y te tardas
Pacífico
Clavaron un pie en lo hondo
y no se irán.
Han aceptado labrarse en bosques
y ciudades de imágenes
perdidas
pero no se irán.
Estas piedras que miran de frente
al mar,
que lo oyen más allá
de la paciencia
convocando su feroz látigo
con ciega convicción,
han aceptado ser escritas, pero
no se marcharán.
El océano,
que habla con una sola ronca
voz
desde los bordes imaginados de
cierta Indochina
hasta esta resquebrajada costa,
sabe de este propósito,
de este vivir con continencia
en uno mismo.
Su salado abrazo,
el vaivén que empuja el
curso de un perpetuo drama,
ha oído de ese intento
que busca desbaratar con terco
ademán.
He aquí los nombres sin
olvido posible.
He aquí
sucediéndose en el extendido
labio de la playa
con el coro aglutinado
de arrecifes que siguen de cerca,
en el oído de tu memoria.
Pero acaso estés harta
de oír siempre lo mismo.
La misma historia insepulta
a cuyo nuevo destino no se sabe
ni se quiere arremeter.
Cada piedra de este sordo límite,
que conoces imborrablemente,
ha aceptado escribirse con un
solo ánimo.
Cada línea habla con el
desdén de quien ha presenciado
los detalles de tu guerra civil.
Dolor es sólo una de sus
opiniones.
Pacífico uno solo de sus
nombres.
Doce puertas
Encuéntrenme ahora un
nuevo rol
ya no el de bufón del
rey
ni del guerrero que corría
presto
apenas los bárbaros
mordían el filo del horizonte
cortado estoy desde mis rodillas
pero para ti bailaré
como un sello te llevo en el
corazón
tú, que hablaste donde
no habían oídos,
mojaré mi torso
porque con tus labios has marcado
el tamaño de la eternidad
ondulando a su vez
y detrás del tiempo
en las doce puertas del reino
Privilegio
Cuántas veces te he violado
una y otra vez
deformándote siempre,
siempre distinta
fundada una y otra vez
en la vehemencia del deseo
y sus evocaciones
Debiera discutirte ahora
aún entre tu sombra menguada
tras de mis ojos
ahí, donde imperaba tu
opulencia
Una eres
con todo
y habré de fijar tus límites
no importa dónde
aquí
en los numerados palmos de este
desierto blanco
o allí,
en el cóncavo privilegio
de la desmemoria |