Viernes 3 deNoviembre 2006

Eduardo Mitre

Eduardo Mitre. Nació en Oruro en 1943. Cuando era niño, su familia se trasladó a Cochabamba. Estudió Derecho en la Universidad Mayor de San Simón de esa ciudad y, posteriormente, realizó estudios de literatura francesa en Francia, y literatura latinoamericana en los Estados Unidos donde se doctoró en la Universidad de Pittsburg con una tesis sobre la poesía de Vicente Huidobro. Ha sido profesor en Columbia University de Nueva York, en Dartmouth College (Hanover, New Hampshire), así como en la Universidad Católica Boliviana (sede Cochabamba). Hace cuatro años que reside en Manhattan y enseña en Saint John’s University, Jamaica, Nueva York. Desde 1999 es Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua correspondiente de la Real Española.

Su obra poética comprende: Morada (Caracas, 1975), Ferviente Humo (Cochabamba, 1976), Mirabilia (La Paz, 1979), Desde tu Cuerpo (La Paz, 1984), El Peregrino y la Ausencia: antología (Madrid, 1988), La Luz del Regreso (La Paz, 1990), Líneas de Otoño (México D.F., 1993), Camino de cualquier parte (Madrid, 1998) y El paraguas de Manhattan (España, 2004).

La casa editorial Le Cormier de Bruselas ha publicado dos antologías bilingües de su poesía: Mirabilia (1983), traducida al francés por Ives Froment y Chronique d’un Retour (1997), con traducción al francés por Frans de Haes. Poemas suyos han sido incluidos en varias antologías de poesía hispanoamericana, y varios de ellos traducidos al inglés, francés, italiano y portugués.

En su obra crítica figuran: Huidobro: Hambre de Espacio y Sed de Cielo (Caracas, 1981), El Árbol y la Piedra: Poetas Contemporáneos de Bolivia (Caracas, 1988), De Cuatro Constelaciones: Estudios y Antologías de Poetas Modernistas de Bolivia (La Paz, 1994) y El aliento en las hojas (La Paz, 1998). Ha traducido del francés una selección de poemas de Adolfo Costa Du Rels, Poemas (La Paz, 1988), y una antología de poetas belgas: Urnas y Nupcias (México D.F., 1998).

Ha sido colaborador de la revista mexicana Vuelta y actualmente lo es de Letras Libres. En 2000 fue editada una antología de poemas suyos leídos por él mismo, en formato de disco compacto, a cargo de la Fundación Simón I. Patiño de Bolivia.

Van cinco poemas de este autor, extraídos todos de su poemario Ferviente Humo, del cual el magistral Julio Cortázar dijo: «La lectura de Ferviente Humo ha sido para mí una bella experiencia de poesía. No es frecuente un libro en el que cada poema constituye una entidad, algo así como una estrella que luego, con los otros poemas, darán la constelación del poeta».

Safo

Salvo de nombre, nadie me toca.

Palabras, no besos, van ajando mi boca.

En mi vientre, como en un cenicero,

el tiempo apaga las horas.

Como mi sombra mi alma es impar.

No sé qué viento me abrazará

en mi única boda.

El Ausente

En vano es mío

el humo

en que te ubico

y me cenizo.

Volver atrás

no tiene sol

ni sangre

ni camino.

No tiene sino

un rostro parecido

sin ojos que te miren,

sin voz que te responda.

Un rostro: estatua

y noche y frío.

Recordar

es pedir la luna al río.

Rostro en Blanco

Sin fecha memorable

ni lugar preciso

íntimamente

nace el olvido.

Callado

como el cadáver de un río,

ajeno, inevitable

como el destino.

Sombra espesa,

estatua terminante,

rostro disuelto en rasgos

sin sentido, nace.

Nace y una tarde

de tardío asombro,

sin júbilo ni grito,

se descubre que ha nacido.

(¿En cuál hora de mis horas,

en que día de mis días

te he perdido?)

Olvido y Piedra

El viento deja la cordillera.

Con voz de trueno llama al agua,

pero no hay nubes: sólo armas

y sangre. Olvido y piedra.

Solo, sin rostro, a tientas

por una cadena larga –terca–

de matanzas y de lágrimas

en vano busco el tuyo, tierra.

Árido, el recuerdo de aquel mar

bate olas de sed en mi garganta.

Cuerpos

Hay un cuerpo que nos despierta

al milagro del cuerpo.

Hay un cuerpo que nos despierta

a la soledad del deseo.

Hay un cuerpo que nos despierta

al paraíso del cuerpo.

Hay un cuerpo que nos despierta

al infierno del cuerpo.

Hay un cuerpo que nos despierta

a los poderes del tiempo (en mi padre

lo siento. Fraternalmente lo siento).

Hay un cuerpo que nos despierta

a la impotencia del grito

porque el grito ya no lo despierta

(Carlos Mitre, hace ya noches,

fue para mí ese cuerpo).

Hay un cuerpo que nos despierta

a la increíble ausencia.

Hay un cuerpo que nos despierta

al exangüe recuerdo.

Hay un cuerpo que nos despierta

al incolmable olvido.

Hay un cuerpo que ya no nos despierta.