Viernes 16 de Diciembre 2005

Eduardo Nogales Guzmán

Nacido en Oruro en 1959 y radicado en Cochabamba. Obtuvo el Premio “Franz Tamayo” del municipio paceño de Poesía en 1998 y de Cuento en 2003. Ha publicado Raíces de Ceniza Viva (libro colectivo, 1977), La Nave Iluminada (1990), La Inquietud de los Reinos (1995), Los Deseantes del Arca (1999), El Jardín de las Lentitudes (2003) y El Último Cabaret (2003).

Van dos poemas de este vate, debido a su extensión, incluidos en Antología de la Poesía Boliviana: Ordenar la Danza (Selección de Mónica Velásquez Guzmán, LOM Ediciones, Chile, 2004).

 

El escarabajo pensativo

Cubre de charcos

El vasto himno de la costumbre

Aunque lejos

No evitaría que mi vejez acuda al alarde de la vida nueva

Ha corrido el rumor que la vida sigue

Que el pantalón de la pena lava su ofertorio

Que las palabras construyen no más que los desiertos

Y los páramos levantan

Los altares y la idea cuando el escarabajo

Visita los escombros

Yo quiero en el viento de los zaguanes

Entregarle a la Historia un zapato cansado y agujereado

Del alma entumecido

Y zurcido entre remiendos de amores nunca creídos

Que digan madre tengo tunas y lluvia en los talones

Y unos ojos de polvareda en las paredes

Haber si le duele lo inalcanzable en un cielo arrodillado

Si ama a dentelladas

Lo que no se encuentra en la amada tierra

Haber si de borracha danza enloquecida

La costumbre de la luz

Y recoge la necesidad del poema y se alimenta

O destroza el foco de su cuarto

Y se embadurna de noche y telarañas

A tientas haber si le crece una luna en su lengua

Y la última mujer en los rincones

Yo vendría entonces a abrazarle y curarle de la vida

A recordarle el mundo

A enseñarle las manchas del tigre

Y decirle que por ella estoy comiendo este pancito

Devorando a falta de cielos

El corazón de mi unicornio

A patear y husmear las puertas de sus cuartos oscuros

Y cerrados

A sacarle de la sombra

Y rezarle para que no se vayan de las flores

Los vientos que mecen los cantares

Con Dios también

Con mi madre en su batán en medio de los mares

Que ya no cantan

No pues

Si la historia soñaría una sinrazón de alas en el agua

De la piedra humedecida el paso combatiente

Se detendría el hombre en el sinfín

No en el tiempo

Y este rostro que culpamos de la Historia

Sería el horror del rostro íntimo que somos

En las afueras de lo que un sentimiento y la hermosura

No soportan

No hay queja que sostenga una verdad

Ni alivio que desmienta un dolor

¿Acaso estos troncos de mis callos en la espuma

no han encallado sus naves para el ave?

He bebido de los licores la ansiedad de las estrellas

Y la amargura de la hermosura

¿A dónde vas me diría?

Oh Amada

Qué respondería al silencio

Si en su lejanía como en ti

Ya lo han dicho todas las estrellas.

 

El paseante alucinado

Abril hila a gotas el nublado día

Común brilla la nube lila

Y deja en el reino

El charco de los ríos abandonados

Mis pasos llueven su barrio

Y no discurro otra alabanza

Que mi andar la calle hasta muy tarde

Solo y mojado en un barro errante y luminoso

No puedo huir

¿Será que viene el pez a iluminar la pupila

Y que nadie entiende su ojo

Y el silencio que desliza?

Sólo la desdicha y la llovizna

Imaginan al hombre como una sombra

Caminar el agua es desaparecer el mundo

¿Qué aparición ocultan

Estas calles mojadas de tanto?

La visión excede a la lluvia

Y pocos se aventuran a callar y estar

Soy las cosas

Yo que por desprecio ahora recojo esmeraldas

Y junto higos secos para el invierno y el recuerdo

El último animal que aúlla su vida a la luna

Y no se queja

Llueve

Y resbala el silbido del que apremia su nostalgia

He salido a caminar

Lo que queda lejos de mis pasos

He intentado tararear el sonido de las goteras

Y los patios

Y saber del cauce olvidado su nube

Y no miento si en el parque

Donde escurro el lodo de paisajes derrumbados

Mis manos

No podrían aumentar

La fantasía de la intemperie y la vida

Al levantar del riachuelo que pasa

Los jardines del agua perdonada

A veces las puertas mojadas también se han ido

Pero llueve hasta encontrarlas ayer

Yo quisiera explicarte menos triste esta humedad

Esta necesidad de las distancias reveladas

La catástrofe de cualquier inmensidad

Enterada tarde

El sonido de un tren desconsolado que vuelve

Donde jugaba de niño frente a una polilla

En tanto la noche era la misma y se agigantaba

Junto al misterio de los miedos que oscurecían

Era la gracia de quien llueve a lejanía

Para evitar su desaparición en la lluvia

O en las puertas que el musgo alimenta y calla

Pasear las aguas que discurren ayeres o torbellino

Era impedir que los fantasmas se derrumben

Y las ciudades caigan desde sus últimos altares

No lo que el instante se llevó

La nieve inventa esa huella

Y vive

Tan lejos la palabra

Que nombrar es ocultarme

Esa mojada cabellera que anticipa a los astros

Al final de tu pelo

Oh fango de mis cantares

Celebro esta irrisoria humedad de la vida

Y develo del paseante el candor lluvioso de su paso

Ese aullido empapado de charcos resplandores

Y todo.