Viernes 05 de Mayo 2006

Eduardo Nogales Guzmán

Elegí de nuevo enviar algo de la obra de Eduardo Nogales Guzmán, nacido en Oruro en 1959 y radicado en Cochabamba. Realizó estudios de Comunicación Social en la UCB de La Paz. Luego se dedicó a actividades periodísticas en televisión, radio y prensa, y, posteriormente, a la implementación de estudios y ejecución de modelos de desarrollo rural educativo y productivo en los valles y los Andes bolivianos. Obtuvo el Premio “Franz Tamayo” del municipio paceño de Poesía en 1998 y de Cuento en 2003. Primer Premio Juegos Florales Nacionales, Oruro, 1978; Primer Premio Concurso de Poesía Semanario Aquí, La Paz, 1984; Primer Premio Nacional en Poesía, Universidad Técnica de Oruro, 1985, y menciones en el Concurso de Poesía “Franz Tamayo”, 1977 y en tres versiones del Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”. Ha publicado Raíces de Ceniza Viva (libro colectivo, Casa de la Cultura, La Paz, 1977), La Nave Iluminada (ERBOL, La Paz, 1990), La Inquietud de los Reinos (Ediciones del Pez, Oruro, 1995), Los Deseantes del Arca (Casa de la Cultura, La Paz, 1999), El Jardín de las Lentitudes (Plural Editores, La Paz, 2003), El Último Cabaret (Plural Editores, La Paz, 2004) y El Humo del Paraíso: 2000-2003 (Plural Editores, La Paz, 2005). Está incluido en las antologías Fosa Común (Humberto Quino, El Taller, La Paz, 1986), La Noche de Arawicus: 15 poetas de Bolivia (1989) y Antología de la Poesía Boliviana: Ordenar la Danza (Selección de Mónica Velásquez Guzmán, LOM Ediciones, Chile, 2004).

Van dos poemas de este vate, debido a su extensión, incluidos en El Humo del Paraíso: 2000-2003 (Colección de obras finalistas Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”, Plural).

Los olvidados qué himno tendrían 1

¿Los olvidados qué himno tendrían

para enaltecer su suerte de nieblas apresuradas?

¿Qué siempre levantaron los solitarios

hasta encontrarse olvidados

casi indispensables al desdén, al descarte y al dolor?

¿No tuvieron zapatos en sus distancias inalcanzables?

¿No fueron devorados sus corazones por los monstruos

que llegaban

de la semejanza de una mujer abandonada?

¿No triunfaron sus nubes en las piedras que el

miramiento

arroja y deja a cambio de los que no levantaron la

mano ni gritaron

el suspiro de sus adentros enaltecidos y purificados?

¿No dejaron que el musgo cubra

el desolado cuerpo que el viento imagina de la

ausencia?

¿Quién les hizo caso cuando dormían solos

en la alcoba de los escorpiones y de las mujeres erradas

y nadie se acordaba de su voluntad

comparable a los gigantes que hicieron

hormigas renacuajos y vampiros

a fuerza de una caricia y de una absolución?

¿Desde qué universos se les acusa con el instante que

les acontece?

Ah los olvidados

Los que cada día

Amanecen con el barco al revés

Convertidos en trenes antiguos y arrinconados

Y en cada mano un buitre achacoso agota sus

mendrugos

Y desde el otro lado de la piedra y del espejo

Cuidan de los animales fantásticos

Sus labores

Y tienen un patio grande

Cuya forma sostiene el alma

Cuyo sitio del misterio

Tiene en el corazón su lugar correspondido

Allí

Donde desovan

Los últimos dinosaurios

Sus crepúsculos

Igual que las gentes del montón que nacen

En las madrugadas nubladas y en la orilla de los

caminos

Sobrevivientes

Que no dejan de cuidar

El fantástico zaguán del beso y la telaraña

La herida certidumbre de los amantes olvidados

Esos que han hecho del Universo la posibilidad

De no irse de sus cuerpos ni de sus almas nunca

Cuya disculpa tiene

El laberinto de las palpitaciones

Cuando los olvidados

Lejos del lento alarde del tiempo y las premuras

A pesar de la velocidad de las galaxias

Y sin maldecir la expansión del misterio

Recorren los reinos abundantes

Solos

Ofrecidos

Sin otra ofrenda ni conveniencia que la alegría

Tras el aliento de preservar

En la temblorosa inquietud de un planeta triste

La silenciosa condición de las transparencias.

1: Sin título en el original; cual se estila, itero el primer verso.

Una extraña luz tengo este día en la mirada 2

Una extraña luz tengo este día en la mirada

Parece que tuviera vestiduras de lino y fresca alforja de

mieles

Alguien sin cansancio ha lavado mi alma

Me levanto y poso agradecimientos a todo

Nadie es culpable y no hay culpa

Redimo por puro amor una bendición a la vida

Y aparece un milagro

Recuerdo una pureza

Un abrazo

Y saludo

Estrecho una mano amorosamente como si dijera ven

He vencido a mi ayer

Por fin el ayer me pertenece

Entre las gentes que pasan

Soy el que les espera

Es sábado de junio milagrosamente sin día entre la

multitud

Llego hacia el otro día

Transfiguro la condición que mi corazón ha cuidado

Y miro la luz que está al alcance de un niño que desde

lo extraño

Se posa en el sonido del ermitaño que sube a una

montaña sin premura

Ninguna verdad acompaña esa infancia

Excepto la luz que su cuerpo recibe de su alma

Luz que interpreta recién la gracia iluminada del afuera

Su mirada carece de olvido

La única custodia que lleva es su corazón

El tesoro está abierto

Entregado el camino

Canto

Escucho

Llego

Y confío.

2: Ídem anterior.