Viernes 5 de Octubre 2007

Jaime Saenz

Para hoy, considerando que ingresamos al mes aniversario de fundación de mi amada La Paz, opté por tomar de la Internet información acerca de Jaime Saenz y enviarles bastante acerca del mítico y por momentos demasiado elogiado autor paceño.

«Poeta y narrador, Jaime Saenz (1921-1986) nació, vivió y murió en La Paz (Bolivia), ciudad que fue su espacio vital y el permanente trasfondo de su obra. Reconocido como uno de los autores más importantes de toda la literatura boliviana, tanto su vida como su obra marcaron profundamente el espacio cultural boliviano de este siglo. En Saenz vida y obra se suponen y se iluminan mutuamente. Así, la imagen de escritor rebelde, marginado, alcohólico, nocturno y enemigo del artificio de la "gente bien," no sólo remite a uno de los pocos enfants terribles de las letras bolivianas, sino que es parte integrante de una vida que asumió la escritura con vocación monástica. El resultado de esta vida fue una obra que es una visión de mundo extraordinaria y original, como pocas en el contexto de la literatura boliviana y latinoamericana.

Dos preocupaciones esenciales marcan su existencia y, sin duda, su obra: la muerte y el alcohol.

La fascinación por la muerte fue algo vivencial para Saenz. Como él mismo relata en su libro más autobiográfico, La piedra imán (1989), visitar la morgue para contemplar los muertos fue una de las extravagantes actividades de su juventud. Pero en este acto se debe ver no sólo una necrofilia, sino una obsesión por comprender vida y muerte como una unidad que sería lo que él llamó, con mayúsculas, la Verdadera Vida. Precisamente, en la oscuridad, en un cuerpo que está dejando de ser cuerpo, en un alma que se ve inseparable de su cadáver, Saenz afirma haber llegado a la Verdadera Vida, lo que es, al mismo tiempo, acceso al conocimiento trascendental al que aspira: "Mientras viva, el hombre no podrá comprender el mundo; el hombre ignora que mientras no deje de vivir no será sabio." ... "Qué tendrá que ver el vivir con la vida; una cosa es el vivir, y la vida es otra cosa./ Vida y muerte son una y misma cosa." (Obra poética 259-60)

El impacto del alcohol en su vida está ampliamente explorado en dos libros: el poema La noche (1984), y la novela Felipe Delgado (1989). Saenz negó muchas veces que esta novela fuera de inspiración autobiográfica, pero no se puede dejar de ver en ella algunos aspectos de su vida personal, especialmente, los referidos a su época de alcohólico. Aunque es difícil precisar fechas, la etapa alcohólica de Saenz duró desde su adolescencia hasta su madurez, unos 15 años más o menos (c. 1945-1960), habiendo sufrido en ese tiempo dos crisis de delirium tremens. En La piedra imán, Saenz nos entrega por boca de varios personajes una vívida imagen de sus años de alcoholismo. Por ejemplo, su tía (la mujer que acompaño y cuidó a Saenz toda su vida) dice: "Ya pareces un degenerado bebiendo día y noche en esa bodega, metido ahí, con los matones y los rateros. Tus gritos se oyen hasta la Plaza y no trabajas ni haces nada, y tu vida es beber y beber..." (La piedra imán 71). En otro lugar, uno de sus amigos le transmite la opinión que se tiene de él:

Caramba; qué se hará con este don Jaime. Persona tan decente, y el pobre joven anda botando piojos. Un aparapita es un lujo al lado de él. ... Pero es su culpa. ... Es demasiado irresponsable y hasta abusivo, y a veces ya parece uno de esos energúmenos y malentretenidos sin Dios ni ley. Insulta a todo el mundo y pelea con todos, anda vociferando y desafiando, mete escándalos por aquí y por allá, ... y de repente baja a la morgue a profanar los cadáveres, ... y se hace ultrajar y pisotear, y finalmente entra a la botica, rompe los vidrios y lo llevan a la policía, y todavía se burla del comisiario y le habla en no sé qué idioma, que nadie entiende, y que seguramente él ha inventado. Y así don Jaime se hace odiar (La piedra imán 170-2).

En estas últimas líneas, se puede ver la confluencia de los temas mayores de su vida y su obra: el alcohol, la muerte y el lenguaje. Confluencia que más adelante será oposición, enfrentamiento y elección, porque Saenz, en un momento de su vida, se dio cuenta de que beber y escribir eran incompatibles. Comprendió que había que elegir una de las dos opciones de forma radical y definitiva. La renuncia al alcohol fue un gesto ético y poético, pues Saenz eligió la entrega a su obra como forma de vida, como el principio que, en adelante, regiría sus actos. A la vez, esa entrega significó la creación de un universo poético, cuya clave está en esa misma elección y en la trasformación "alquímica" de la experiencia alcoholica en escritura.

Esta renuncia voluntaria al alcohol ocurrida aproximadamente en la década de los sesenta fue uno de los mayores triunfos en su vida. Salvo esporádicas recaídas, Saenz no volvió a beber hasta poco antes de su muerte en 1986. En estos años, alejado del alcohol, escribió la mayor parte de su obra. En 1980, una de sus recaídas lo llevó al borde de la muerte y de ese trance nació su texto La noche (1984), un poemario, se diría aterrador, pues da la visión de la experiencia del alcohol y la muerte desde el interior de esa misma experiencia:

Nadie podrá acecarse a la noche y acometer la tarea de conocerla,

sin antes haberse sumergido en los horrores del alcohol.

(La noche 21)

La noche, una revelación no revelada.

Acaso un muerto poderoso y tenaz,

quizá un cuerpo perdido en la propia noche.

En realidad, una hondura, un espacio inimaginable.

(La noche 62)

Este libro es el mejor testimonio de cómo el alcoholismo fue, para Saenz, un camino hacia el conocimiento profundo del mundo, una experiencia de revelaciones extremas, pero que sólo la poesía podía iluminar, representar y expresar en toda su intensidad. Como lo escribió en El escalpelo, para el poeta fue "necesario [escribir] una carta para poder ver mejor la luz de las cosas" (96).

Su vida de alcohólico creó asombro y rechazo en la sociedad paceña de los años cincuenta. Rechazo y marginación que se mantendrá en los círculos literarios y sociales más conservadores por el resto de su vida. Pero su personalidad y su literatura atrajeron y sedujeron a un grupo grande e importante de jóvenes artistas, escritores e intelectuales. Como pocas veces en la historia de la literatura boliviana, este escritor pudo, si no crear escuela, por lo menos establecer un grupo de seguidores a su ética y a su poética. Se puede decir, que muy pocos representantes de la literatura, la música o la pintura contemporánea en Bolivia, han dejado de tener alguna relación o influencia de Saenz. Incluso su importancia se ha sentido en las nuevas generaciones de videastas y cineastas.

Tal vez lo que más llamó la atención, sobre todo a gente joven, fue el aspecto romántico de su estilo de vida, reflejado en su horario de trabajo y de vida social: dormir en el día y vivir de noche. Las veladas nocturnas con Jaime Saenz fueron durante años y hasta el momento de su muerte, probablemente, un espacio marginal y rebelde de rico intercambio intelectual. Los famosos "talleres Krupp", la habitación donde Saenz recibía a sus visitas, se convirtieron en una institución, donde la edición de revistas literarias, el juego de dados, la música de Bruckner o de Simeón Roncal, las charlas sobre Milarepa y las lecturas de poemas fueron la tónica permanente. Hay que decir que el trato con Saenz era muy exigente. Las relaciones de Saenz con sus amigos se mezclaron más de una vez con lo maravilloso y lo tenebroso en experiencias poéticas y mágicas, con resultados no muy felices. Así nació el mito de Saenz amigo de lo oscuro y de la magia, el iniciado y el alquimista. En realidad, esta imagen fue creada por la desconfianza y el temor ante un ser que se negó a participar en la "normalidad" de una vida que encontraba falsa. Esa vida nocturna era para él (hombre solo, acompañado únicamente por su tía) no tanto el espacio de la magia y lo oscuro, sino el espacio de la amistad, de la creación, de la meditación y la renovación de la confianza en el arte y en la vida. Un mundo con sus propias leyes y rituales, a veces complejos y restrictivos, pero un mundo siempre vital y enriquecedor para los que lo frecuentaban.

La publicación póstuma de su novela, Los papeles de Narciso Lima Acha (1991), arroja luces sobre otros dos importantes aspectos de su vida: su sexualidad y su atracción por el nazismo.

La atracción por el nazismo de Saenz, similar a la de Ezra Pound en algunos aspectos, fue más bien un rechazo a la sociedad burguesa moderna y una exaltación de lo irracional y lo esóterico como métodos de conocimiento del mundo. De ahí que su interés por el nazismo estuvo más cerca de la magia que de la política.

En cuanto a su sexualidad, un aspecto poco conocido de su vida, no hay duda de la importancia que debió tener el mundo de las relaciones homosexuales. Así lo prueba la escritura de Los papeles de Narciso Lima Acha, donde se narra básicamente una historia de amor entre un joven boliviano y uno alemán. Cabe señalar que Saenz nunca se definió como homosexual y su vida amorosa conocida estuvo siempre heterosexualmente orientada. Lo cual se muestra, por ejemplo, en que Saenz se casó con una mujer alemana de origen judío y con ella tuvo una hija. Este matrimonio, donde lo judío y la heterosexualidad predominan, indica la dificultad de asignarle una etiqueta a sus intereses políticos y sexuales.

¿Cómo resumir una vida tan plena de experiencias límites y tan diversas? Quizás la respuesta nos la haya dado el mismo Saenz. El texto titulado "Autorretrato", de su libro Vidas y muertes, nos entrega en forma emblemática el sentido de su vida y de su obra:

En tiempos, cuando andaba del brazo del alcohol, y cuando me tambaleaba en calles y plazas, perdido peregrino en lóbregos tránsitos, vislumbrando un aprendizaje que empero no conocería término, tenía la manía de dibujar autorretratos en las paredes, con tiza o con un pedazo de estuco, encaramado sobre las mesas de las chinganas. A decir verdad, hoy persiste la manía, sólo que los autorretratos en cuestión no se plasman ya en la amplitud de las paredes, sino más bien en la exigüidad de una hoja de papel (Vidas y muertes 189).

Este deseo ("manía") de autorrepresentarse tiende a la construcción de una imagen de sí y de su experiencia vital, a partir de "revelaciones y adivinaciones"; una imagen hecha de fragmentos de su vida, de sensaciones y sentires, de momentos trascendentes e intrascendentes, de recuerdos y también de lo olvidado. Esa imagen, además, debe ser construida en el espacio y en la muerte, en el cadáver, como la transfiguración del tiempo en instante y espacio atemporales. Ahora bien, esta imagen es, en última instancia, no la del escritor mismo, quien, de por sí ya constituye un autorretrato que "la vida misma se habrá encargado de escribir por él" (Vidas y muertes 192), es la imagen de un mundo, su mundo poético y su mundo boliviano.».

—Leonardo García Pabón

http://darkwing.uoregon.edu/~lgarcia/Saenz/Biografia.htm

Van seis poemas, incluidos todos en http://darkwing.uoregon.edu/~lgarcia/Saenz/Poesia.htm

 

Imagen Del Niño

 

Su imagen es dulce. Nadie puede verla, excepto el caracol que anida a sus pies a orillas del mar.

Nadie puede verla, excepto las arañas que moran donde moras tú y donde moran las memorables máquinas orgánicas de la eternidad.

Nada puede detener su deseo de niñez.

***

Es así su imagen. La vida de las imágenes ilusorias de la muerte y de la vida.

Tiene él un esquema.

Ese esquema es la reseña del secreto del amor y de la muerte, aunque el niño ignore amor y muerte, aunque sea vaga omnipotencia en medio de este juicio para practicar homenaje a la epilepsia.

(Objeto muerto y puro para recoger la soledad).

 

Muerte Por El Tacto

I (Fragmento)

 

Mi soñoliento cuerpo despierta finalmente, y me hallo frente a mis amigos muertos

y me levanto triste a veces porque de haber un muro a mi frente, de haber una valla o un duende a mi frente,

yo no estaría triste ni pensaría en ti ni en mí ni en ellos

y es así que salgo encorvado a contemplar el interior de la ciudad y uso del tacto desde mis entrañas oscuras

en el secreto deseo de encontrar allá, allá el medio propicio para hacer que el mundo sea envuelto por el olvido

para que el olvido impere en las primeras máscaras inventadas por la humanidad

para que el olvido sea la fuerza motora y suprema y para que del olvido sólo surja el olvido

¡no puedes tener idea del olvido porque no conoces a mis amigos muertos!

y para que en el curso de las edades el olvido llegue a generar la soledad

para ello habrás de estar presente en aquella estrella

en el rumbo indeciso,

en el caos de la mirada

en modo alguno para determinar, y sí para que se justifique la razón inexorable de lo habido y lo por haber

de modo que lo armonioso sea siempre armonioso, has de estar presente sin poder saberlo

y yo estaré presente y no podré saberlo pero seremos el olvido y la soledad

porque ya hemos sido olvido y soledad cuando nada sabíamos —cuando no teníamos la noción de la oreja y del dolor

ni sed

yo te anuncio que sabemos y seremos

harto conocido es el continente de aquel o de aquellos o del que hace cábalas con una jorobita

conocemos a las gentes pero sólo tal cual son y no las sabemos tal cual no son

pese a que carecen de la facultad de no ser por que no saben que pueden no ser o ser

las saben en toda su magnitud mis amigos muertos y yo hablo de ellos con seguridad y orgullo

son mis maestros

el que hayan muerto dice que han existido eternamente antes de que yo existiera

su muerte y sus muertes me enseñan no sólo que puedo ser fabricante de azúcar sino marino, relojero, pintor, físico, geomántico y muchas otras cosas

que puedo tener además desconocidas profesiones y que puedo afectar alegría coma o no.

….....

Yo me escondo de las extrañas costumbres —de la actitud con que no se debe resumir una tesis adorable acerca de las cosas sencillas y perfumadas

soy partidario de las lombrices y de los peces

de las estrellas que cantan

guardo devoción por la mirada de los niños

y me gusta dibujar cuando llueve

y cuando se humedecen mis ojos, me es necesario poder hablar el idioma secreto originado durante el triunfo de las cosas

juzgo conveniente alabar la esencia de aquel anciano y detenerme cuando el ayudante de hornero le hace muecas descriptivas

al animal que pasa fugaz ante la sonrisa de la viejecita del dintel

en fin, adoro las voces claras, los trenes y las ciudades

y por todo lo que digo

adoro mis entrañas oscuras.

 

Aniversario de Una Visión

V

 

A la vista del río, que lava de males a los habitantes y los mantiene despiertos,

y que socava la delgada corteza que sostiene a la ciudad debajo de la cual se oculta un gran abismo,

no me dirigiré a ti, por un momento y deseo de tenerme en lo que habitas y habita en ti —y también en mí,

y percibir la forma, angosta y alargada de la muerte, en la substancia húmeda y dura del cristal que le sirve de vivienda,

y conocer la manera de ser y no ser como la muerte, que sabe crecer de arriba hacia abajo

—quiero descubrir por qué sentimos que nos movemos, en cuál espacio, en cuál sitio, en cuál distancia se mueve el movimiento en la quietud, donde busca el movimiento un ir de un lugar a otro sin necesidad de ir, y busca realizarse en la inmovilidad y dentro de sí mismo,

como la superficie de este río y como sus aguas, discurriendo lentamente junto con nosotros,

para desembocar en el mar, para hundirnos y salvarnos de no morir por la ausencia de la muerte, la que un instante atrás ignoraba nuestra vida,

la que viaja en ellas ahora y se aleja de nuestro lado.

¡Pasa sordo y ruidoso el río! —se desliza y salta a través de los diques,

a su estruendo se enardecen las visiones de grandes animales

que vemos cuando a solas nos desahogamos de cierta rara tristeza,

en la transparencia y en el olvido de los suspiros que el río eleva y profundiza en medio de emanaciones mefíticas,

y al silbido del aire puro que el Illimani ha filtrado,

y que sopla sobre lo turbio e impetuoso de nuestra inclinación,

esas visiones se debaten entre suspiros y buscan en lo tumultuoso de las aguas alguna visión que las mire y suspire por ellas,

—y, mientras respiramos el extracto de este gran aire, filtrado, azul y frío,

a la hora de las sombras, con una turbadora penetración las emanaciones mefíticas nos transportan al mar,

y nos diluyen en la redondez de la tierra y en una eminencia del cielo

—yo te busco,

y con el alba y con los suspiros,

junto al claro de las estrellas se anima la ciudad

—y pasa el río, desconsoladamente y se queda.

 

Visitante Profundo

4.

 

Nadie ama y las cosas son las que aman,

cuando miro el mundo y los vientos late suntuoso mi corazón en la congoja

—veo los seres solos y ajenos al mundo, exploro y me aventuro por ellos al nacer

y no aman ni se quieren estar, transitan y yo soy su solo amigo.

Desde la soledad me aman las cosas, en este páramo yo me lamento por no escuchar tu suspiro

y no ser agua para mirar el sonido,

y me lamento por lo caviloso que me pone el amor que me tienen las cosas;

escucho el murmullo con que ellas se aman

y se pierde en los huecos que dejaste a tu paso.

En la inmovilidad me escondo

y te aferras a mí, y me muevo y te vas

—y se sonríen las cosas, el corno y la trompa, y cantan canciones

y me aman con una gran hambre:

no es necesario vivir, pero es necesaria la vida

—digo.

 

7. (Fragmento)

 

Hay ciudades ocultas que guardan ciudades en el corazón y el primer día su resplandor subyuga, y el último es un olvido que brilla en el ojo del hombre

—sus calles disciernen el mundo y evocan la cumbre, y la voluta olorece a cabellos y a calavera.

—de ti a mí, de ellos a ellos, de todos a todos va y viene la voluta, y en la ciudad se esparce;

lava tu frente una lluvia concisa la vez que sus piras, y el trazo del péndulo y las húmedas fuentes, a ti te devuelven el rastro de la marina y lisa clave de los sueños.

De todo pálpito te libera el edificio del eco;

tu grave alegría discurre en un trance de antigua navegación.

Una mano petrificadora en tus mejillas, y la ansiedad, y la epístola y los minerales,

tocan una música para los animales afectuosos que nombran tu ropaje a la cadencia de tu risa y de tu llanto

—y tus cabellos te conducen a la ausencia.

Y en aquellas ciudades —¡oh, habitante!— la muerte es fuerte y diversa, y poderosa la agonía; los sueños manan de tu sangre

—revelan el astro de la letra olvidada— la letra que falta a la palabra que falta

—y se desborda el lujo de la sangre, en unas ciudades donde no se puede morir.

 

El Frío

8.

 

Y tan sólo te conozco en un hálito,

como la solitaria forma del frío en que te escondes cuando me busco en ti y me pierdo dentro de ti,

ansiando conocerte cada vez que te conozco al encontrarte y perderte a ti.

Caer al abismo contigo, eso sería vivir la verdadera vida;

me atrae la muerte que yo miro en mi búsqueda de ti.

La ciudad no será una realidad mientras dure mi búsqueda

—detrás de la ciudad te escondes tú.