Viernes 11 de Julio 2008

Jorge Suárez

Este viernes les hago conocer un poquito de la obra de Jorge Suárez. Nacido en La Paz en 1932 y fallecido en Sucre en 1998, donde era coordinador en las áreas de periodismo y literatura de la Universidad Andina Simón Bolívar. Encontré esta biografía suya en el portal http://www.boliviaweb.com/stories/suarez.htm : “Narrador, poeta y periodista. Su primer libro publicado fue Hoy Fricasé (1953), poemario escrito en colaboración con Félix Rospigliossi. Otros libros de poesía: Sinfonía del Tiempo Inmóvil, Elegía a un recién nacido (1964), Sonetos con infinito (1976), Oda al padre Yunga (1976). Su trayectoria de narrador lo llevó a dirigir talleres de cuento con jóvenes escritores de Santa Cruz. El resultado de esa experiencia es el libro Taller del cuento nuevo (1986). Además ha publicado: El Otro Gallo (novela, cuatro ediciones) y Rapsodia del Cuarto Mundo (1992, cuentos).

Una hermosa semblanza sobre este escritor, hecha por el colega Germán Araúz Crespo puede leerse en http://www.eldeber.com.bo/anteriores/20040821/escenas_3.html

Van seis poemas de este vate, extraídos todos de Sonetos con Infinito (Talleres Gráficos “Rocabado”, Cochabamba).

EL CAMINANTE

Fiel monólogo, lengua demorada

en la miel del recuerdo, pero en vano:

todo recuerdo es un licor lejano

y toda evocación es siempre nada.

Nada, la red febril de tu mirada

captura sólo el humo del verano

y la piel que acaricias en tu mano

es ya tacto sin luz. Acongojada

por tanta sombra, sus farolas verdes

prende la calle taciturna. Muerdes

tu soledad, tu soledad, tu grito,

mientras que va dejando tu pisada

rosas de polvo, sobre la calzada,

camino de la muerte, al infinito.

SUICIDA

Tal vez atisba Dios por la ventana,

tal vez, no sé, pero si al golpe dado

irrumpe desde el cielo amoratado

y sobreviene, luz de la mañana,

no era Dios, no, sólo era el sol. Campana

saluda al resplandor que ha revelado

tu bronce al ojo muerto, rezagado

aquí en la noche no divina, humana.

Aquí en la noche nuestra, en otro plano

sideral que no vemos, una mano

se alza de pronto brusca y todavía,

en otro cielo, en otra esfera ausente,

la mano interminable desafía

la eternidad de Dios, eternamente.

DEL CUERPO AL ALMA

Asumirás tu perfección primera,

libre de mi prisión, vencido el muro,

ala que partes de mi lodo impuro

hacia un destino de alta primavera.

Y serás dulcemente prisionera

de tu infinito Dios, pues yo procuro

devolverte, muriendo, al seno oscuro

de donde procediste, forastera.

Y cuando eternizada en su regazo

perfumes, flor, el invisible vaso

y olvides, humo, tu abatido leño,

vuelve hacia mí los ojos de la vida

para que veas, en la tierra herida,

cómo se pudre tu lejano dueño.

VALLE

Este mi afán de ser escalofrío,

ascender por la savia genitoria

y pesar, para siempre, en mi memoria

como grávida rama de rocío.

En la explosión de frutos del estío

madurar mis dulzuras. En la gloria

de la granada desgranar mi historia,

perla a perla, en un rojo pedrerío.

Tejer la flor sobre mi propia fosa

siendo que alguna abeja rumorosa

cante la miel de la existencia plena.

Y ver, al fin, desvanecerse ajena,

en la serenidad de un cielo rosa,

la nubecilla blanca de mi pena.

ERES LO QUE YO CREO

Eres lo que yo creo, eres aroma

y plena rosa cuando así lo quiero;

tu pelo es brisa de un corcel ligero,

tu piel es pétalo, tu carne poma.

En mi secreta oscuridad, paloma,

pozo de agua interior en mi sendero,

tu voz tiene la altura del jilguero,

tu arquitectura suavidad de loma.

Y es tanta luz dormida tu regazo,

tanto el fulgor que en tu mirar regalas,

que ciego, ante la estrella de tu frente,

diérale al sol de pronto un aletazo,

un golpe recio de mis negras alas,

y lo apagara, rencorosamente.

ELEGÍA

Yo creo en Dios. La luz de tu mirada

me habla en el corazón, secretamente,

de la existencia de una ignota fuente

de la que fluye toda madrugada.

Antes que tú llegaras, no hubo nada

sino el vacío. Dios, el Gran Ausente,

entró en mi soledad impenitente

sólo porque tú entraste en mi morada.

Y no saber ahora si el contraste

de tener esta fe que tú me diste

resolverá la duda en que me hallaste.

Si Dios existe es porque tú llegaste…

Y si te vas de mi existencia triste,

ni Dios hubo jamás ni ti exististe.