Viernes 19 de Mayo 2006
Blanca Wiethüchter
Para hoy elegí,
a pedido de una amiga, a Blanca Wiethüchter, nacida en La
Paz en 1947 y fallecida en Cochabamba en 2004. Poeta, ensayista
y narradora. Publicó cerca de una docena de poemarios
y también textos en prosa. Realizó una Maestría
en Literatura Latinoamericana en París, con el poeta argentino
Saúl Yurkievitch. Representó a Bolivia en varios
encuentros internacionales, el último de éstos
en Chile, en marzo del año pasado.
Obra en verso: Asistir
al tiempo (1975), Travesía (1978), Noviembre 79 (1979),
Territorial (1980), Madera viva y árbol difunto (1982),
En los negros labios encantados (1988), El verde no es un color
(a la luz de una provincia tropical) (1990), El rigor de la llama
(1994), La lagarta (1995), Huesos de un día (1996), Qantatai
(Iluminado) (1997), La piedra que labra otra piedra (compilación
cuasi antológica, 1998).
Obra en prosa: Estructuras
de lo imaginario en la obra poética de Jaime Saenz (ensayo),
Memoria solicitada (un acercamiento al poeta Jaime Saenz), Los
melancólicos senderos del tiempo (crítica-ficción
sobre la obra pictórica de Ricardo Pérez Alcalá),
El jardín de Nora (relato).
Van cinco poemas de
esta autora, extraídos de Travesía.
La ciudad
Estás hecha
de luz y de montaña,
de jirones de piedra
y ríos que te
trenzan
al descender.
Estás hecha
de nombres caídos
de barrios desalentados
de feos monumentos
que buscan tus raíces
más allá
de toda certidumbre.
Eres oscura
y constante en tu destierro,
instantánea
en la violencia
cuando descubres tus
calles
para desvanecer un
falso sueño.
Ciudad de laberintos,
te escucho:
sola en los abismos,
distinta
en los silenciosos
hombres
que vienen solidarios
a recobrar sus muertos.
Y camino la tristeza
de tu dispersa soledad
y apenas me explico
el mutismo,
en la intimidad de
la montaña
que se complace
en guardarte velada.
Pero, es cierto.
Tu memoria es un grito.
Una razón degollada
y sorda.
Un árbol en
lo oscuro
que espera el secreto
de un metal escondido.
Otra ciudad
Desde el vivir,
desde lo inhumano
en mi puesto
inquilino del tiempo.
Desde esta trastienda
que no transforma
el plomo en oro
doy testimonio.
No es el hambre y la
sed
ni los sedientos ni
los hambrientos escriben.
No es lo doméstico
enterrando lunas
ni lo cotidiano.
En esa vieja
que pide limosna
en la calle Colón
hay una niña
llorando.
No un amor imposible
semilla de incontables
visiones
ni la ambición
de poder
que me desprenden.
En las multitudes
de la Garita de Lima
hay una frescura antigua
que se desplaza.
No la soledad de lo
efímero,
en la que están
todos solos:
Detrás de ese
niño
mendigo
hay un padre borracho
de amor.
es el aire en las calles,
la tristeza en los
micros.
Un corazón endurecido
la blanca propiedad
de lo vencido,
el pequeño pan
y la inmensa sed
en los ojos
como una noche acumulada.
Divertimentos
Vamos a divertirnos
hacer y deshacer.
Ponte esta sonrisa
que vienen los invitados.
Ponte las lágrimas
que viene el director.
Anda, que se nos hace
tarde.
Mira el film, la arquitectura,
sube al micro
que se nos hace tarde.
Cuidado con los conocidos,
Desconocidos
ten cuidado
y no digas
sino lo que tienes
que decir.
Vete, ya es tarde.
Sin crónicas
1.
Nosotros que somos responsables de vivir
y hemos nacido en el tercer mundo.
Nosotros que pedimos
justicia
y vivimos en América
del Sur.
Nosotros que morimos
en Bolivia
únicos y desolados
somos esa historia
que no se escribe
y que camina con la
cabeza cortada.
2.
Muere un estudiante con un tiro en la espalda.
La sangre derramada
se esparce en la calle
como un grito.
¿Quién
puede escribir sobre la inocencia?
Semanario
En el amanecer de todos
nuestros días
esta voluntad de infinitas
fabulaciones.
En el espejo que no
nos alcanza
que nos rompe y desata
este rostro múltiple,
nunca nombrado.
Los días están
en tinieblas
no hay luz y sólo
este frío
este ir y venir
señal sin cuerpo
que te arranca la vida.
¿Dónde
está el sol los lunes
el aire los martes?
¿Dónde
la poesía los miércoles?
Rumores metálicos
atraviesan los jueves
y el viernes sólo
el alcohol
te aproxima a ti.
El amor queda en los
sábados
porque existe un domingo
hasta las diez.
Cómo no temer
la muerte
si esta vida no vale
morir. |