Hoy La Paz ronda el millón de habitantes y se ha convertido
en una verdadera joya rodeada de cumbres nevadas, que hace latir la cordillera
andina.
Desde El Alto, ubicado a mas de 4.000 metros de altura, La Paz muestra su
clara belleza a la luz del día, para luego desdoblarse en múltiples
y caprichosas formas que descienden hasta el fondo del valle.
No hay mejor manera de recorrer la ciudad que a lo largo de las aceras arboladas
de la avenida 16 de julio, la vía de mayor transito mas conocida
como el Prado, que atraviesa la urbe y toma nombres diferentes en cada tramo
de su recorrido. A su paso se suceden restaurantes, tiendas, antiguas residencias
y numerosos museos con algunas de las mejores colecciones de arte e historia
de Sudamérica. Cada domingo, la Avenida se adorna con el trasiego
de las familias que acuden a disfrutar del paseo.
En la Plaza Murillo, enmarcada por construcciones de la época
colonial y republicana se hallan el Palacio de Gobierno (Palacio Quemado),
el Palacio Legislativo y la Catedral de Nuestra Señora de la Paz.
El museo "Casa de Murillo" atesora, entre otros objetos valiosos,
más de 100 cuadros y 300 piezas de platería de la de época
colonial.
La Calle Jaén (a pocas cuadras de la Plaza Murillo) es una de las
vías coloniales mejor conservadas de la ciudad. En esta antigua vía
de mercado con reminiscencias andaluzas, se encuentra el Museo Metales Preciosos,
que conserva una colección de adornos precolombinos en oro y plata,
así como cerámicas incaicas y preincaicas.
Por su parte, el museo Nacional de Arte, situado frente a la Catedral, es
el mejor representante de la influencia barroca en la arquitectura paceña,
y, sin lugar a dudas, una de las estructuras mas importantes de esta empinada
región de las Américas.
Alrededor de Templo y Convento de San Francisco, a lo largo de estrechas
callejuelas que se ramifican, hay decenas de tiendas cuya conjunción
conforma lo que muchos conocen como el Mercado de las Brujas. En este conglomerado
de pequeños espacios se pueden adquirir a buen precio artículos
de cerámica, cuero piezas de alpacas, alhajas de plata y peltre,
amuletos, hierbas medicinales, instrumentos musicales hechos a mano y objetos
religiosos.
La hospitalidad paceña distingue, para alegría del visitante,
a los habitantes de esta ciudad.
El sector colonial de la ciudad reserva un universo de calles y plazas que
constituyen parte viva de la historia nacional. Pero ese carácter
de patrimonio histórico no ha congelado la vida citadina, que continúa
su marcha incesante.
Algunos edificios casi alcanzan las cimas de los cerros, y a su sombre descansan
casas de adobe piedra y ladrillo mientras que modernos y confortables edificios
se alzan para conformar una óptima infraestructura turística.
La Paz, regente de las alturas, acoge al visitante en una atmósfera
que hechiza y sorprende a cada paso de sus centenarias calles adoquinadas
donde se escuchan aún los ecos del pasado.
Ese es tal vez el secreto encantado de esta gran metrópoli a miles
de metros sobre el nivel del mar, que desafía altiva la verticalidad
de sus montes, en su empeño de eternizar su reino en el corazón
del altiplano. |