La Paz - Reina del altiplano
Por Reynaldo Alés
Fuente: Bolivia Mágica, de Hugo Boero Rojo. Editorial Vertiente Tomo I

Una de las ciudades mas altas del mundo esconde sus secretos de siglos en el valle del Choqueyapu, en medio del altiplano andino.
Aunque los tiempos de bonanza en la extracción aurífera de hace 450 años ya pasaron , hay un tesoro incomparable que permanece y abre los brazos al visitante. Es La Paz ciudad capital, regente de las alturas.
El escudo de armas de La paz, en otros tiempos escenario de encarnizados enfrentamientos, y una de las ciudades bolivianas nacidas a la luz de la industria minera, presenta la siguiente inscripción, que tiene un gran significado histórico.

"Los discordes en concordia/ en paz y amor se juntaron/ y pueblo de paz fundaron/ para perpetua memoria."

El 20 de octubre de 1548 se colocó la primera piedra fundacional de la ciudad, llamada Nuestra Señora de la Paz, a 36 kilómetros de la actual capital boliviana.

 
Foto: Alex Sanchéz
 
Foto: Alex Sanchéz
 
Foto: Wilfredo Lee
 
       

 Hoy La Paz ronda el millón de habitantes y se ha convertido en una verdadera joya rodeada de cumbres nevadas, que hace latir la cordillera andina.
Desde El Alto, ubicado a mas de 4.000 metros de altura, La Paz muestra su clara belleza a la luz del día, para luego desdoblarse en múltiples y caprichosas formas que descienden hasta el fondo del valle.
No hay mejor manera de recorrer la ciudad que a lo largo de las aceras arboladas de la avenida 16 de julio, la vía de mayor transito mas conocida como el Prado, que atraviesa la urbe y toma nombres diferentes en cada tramo de su recorrido. A su paso se suceden restaurantes, tiendas, antiguas residencias y numerosos museos con algunas de las mejores colecciones de arte e historia de Sudamérica. Cada domingo, la Avenida se adorna con el trasiego de las familias que acuden a disfrutar del paseo.

En la Plaza Murillo, enmarcada por construcciones de la época colonial y republicana se hallan el Palacio de Gobierno (Palacio Quemado), el Palacio Legislativo y la Catedral de Nuestra Señora de la Paz. El museo "Casa de Murillo" atesora, entre otros objetos valiosos, más de 100 cuadros y 300 piezas de platería de la de época colonial.
La Calle Jaén (a pocas cuadras de la Plaza Murillo) es una de las vías coloniales mejor conservadas de la ciudad. En esta antigua vía de mercado con reminiscencias andaluzas, se encuentra el Museo Metales Preciosos, que conserva una colección de adornos precolombinos en oro y plata, así como cerámicas incaicas y preincaicas.
Por su parte, el museo Nacional de Arte, situado frente a la Catedral, es el mejor representante de la influencia barroca en la arquitectura paceña, y, sin lugar a dudas, una de las estructuras mas importantes de esta empinada región de las Américas.
Alrededor de Templo y Convento de San Francisco, a lo largo de estrechas callejuelas que se ramifican, hay decenas de tiendas cuya conjunción conforma lo que muchos conocen como el Mercado de las Brujas. En este conglomerado de pequeños espacios se pueden adquirir a buen precio artículos de cerámica, cuero piezas de alpacas, alhajas de plata y peltre, amuletos, hierbas medicinales, instrumentos musicales hechos a mano y objetos religiosos.
La hospitalidad paceña distingue, para alegría del visitante, a los habitantes de esta ciudad.
El sector colonial de la ciudad reserva un universo de calles y plazas que constituyen parte viva de la historia nacional. Pero ese carácter de patrimonio histórico no ha congelado la vida citadina, que continúa su marcha incesante.
Algunos edificios casi alcanzan las cimas de los cerros, y a su sombre descansan casas de adobe piedra y ladrillo mientras que modernos y confortables edificios se alzan para conformar una óptima infraestructura turística.
La Paz, regente de las alturas, acoge al visitante en una atmósfera que hechiza y sorprende a cada paso de sus centenarias calles adoquinadas donde se escuchan aún los ecos del pasado.
Ese es tal vez el secreto encantado de esta gran metrópoli a miles de metros sobre el nivel del mar, que desafía altiva la verticalidad de sus montes, en su empeño de eternizar su reino en el corazón del altiplano.